Palabras y hechos
No importa el contexto y la circunstancia, las palabras siempre tienen significados y valor. Cuando las organizaciones y personas se comprometen con algo o con alguien y no les cumplen, lo más lógico es que sus palabras pierdan valor y credibilidad. En este sentido, las relaciones públicas modernas recomiendan que para ganarse el respeto, la admiración y el reconocimiento de los públicos, es imprescindible mantener la coherencia entre las palabras y los hechos.
Trasformar las palabras en hechos creíbles y positivos, es la mejor estrategia de relaciones públicas para generar percepciones, actitudes y opiniones positivas, las que luego se convierten en imagen pública favorable. En este siglo, influenciado por el internet y las redes sociales, las empresas, las instituciones y las personas tienen que cuidar lo que dicen y lo que hacen, ya que hoy todo se guarda y se difunde en el momento y lugar que beneficie o perjudique a alguien.
Los que erradamente entienden que es posible llegar lejos fingiendo credibilidad y reputación, es porque desconocen el impacto negativo que produce en las percepciones, actitudes y opiniones de los grupos de interés. Cada vez que las palabras no coinciden con los hechos, se corre el riego de que en el momento menos esperado alguien pase factura. En definitiva, para que las palabras tengan valor hay que traducirlas en hechos creíbles.
Además, cuando las audiencias perciben incoherencia entre las palabras y los hechos de las organizaciones y personas, dejan de creer en ellas. Cumplir con las palabras es una cuestión de honor. Es un sueño irrealizable pretender crear y mantener una imagen pública sostenible difundiendo palabras que no coinciden con los hechos. La credibilidad, la reputación y la imagen pública se deterioran cada vez que las palabras difieren de los hechos.