La cantidad de informaciones que continuamente difunden muchos líderes de empresas, instituciones y marcas de República Dominicana, permite pensar que están obsesionados con la visibilidad. Su obsesión por lo visible es tan evidente que todo cuanto piensan, deciden y hacen lo visibilizan. Por lo general, los que se obsesionan con lo visible olvidan que el contenido del mensaje que se difunde debe ser coherente y consistente con la realidad a la que éste alude. Se ha comprobado que la obsesión desmesurada que manifiestan algunas directivos, ejecutivos y gerentes de empresas e instituciones por mantener una alta visibilidad de su imagen pública, de sus actuaciones y logros, casi siempre terminan provocando efectos diferentes a los que se pretendían alcanzar. La estrategia de alta visibilidad solo agrega valor a la reputación, credibilidad, confianza e imagen, cuando la información refleja la veracidad de los hechos. En esta época de evidente auge de los social media, se hace necesario saber gestionar el qué, el cuándo, el dónde, el por qué y el cómo visibilizar las ideas, las propuestas, las ofertas y los logros. Visibilizar desde lo positivo lo que piensan, deciden, hacen y dicen las organizaciones y las personas, se ha convertido en navaja de doble filo, ya que las características de las audiencias actuales son muy diferentes a las del siglo pasado. Hoy no es tan fácil invisibilizar lo negativo y lo que no conviene. Es un gravísimo error tratar de persuadir a las audiencias constituidas por segmentos de personas pensantes, críticos e influenciadores, empleando como estrategia la visibilización de historias de logros falsos. Se recomienda a los estrategas de comunicación no olvidar el hecho de que a la generación del milenio es casi imposible persuadirla mediante la difusión continua de mensajes que no coinciden con la realidad a la que éstos se refieren.