Cada vez son más las empresas, instituciones, marcas y personas que hablan acerca de los atributos positivos que acompañan las diferentes dimensiones de la inclusión. Pese a ello, en la actualidad existe una brecha muy evidente entre las que teorizan y aplican los principios que fundamentan la inclusión.
En un entorno como el de hoy, caracterizado por la diversidad multidimensional, es un error concebir y asumir la inclusión solo desde la perspectiva del discurso y fingirla en el terreno de las decisiones y actuaciones. La inclusión que se siente y se vive desde adentro, no es la misma que se practica para fingir el ser.
En República Dominicana crece como verdolaga el número de empresas e instituciones lideradas por personas que disimulan poseer un discurso y una práctica incluyentes. La credibilidad y la confianza se agrietan cuando se pretende ser inclusivo solo frente a las cámaras y micrófonos de los medios de comunicación. Pensar, decidir, actuar y hablar siempre desde los principios de la inclusión, es una característica humana inexistente entre los individuos egocéntricos y con personalidad narcisista tóxica.
Incurren en hipocresía las empresas, instituciones, marcas y personas que dicen y aparentan ser inclusivas, sin embargo en cada momento, circunstancia y lugar excluyen a los que piensan, actúan y hablan diferentes a los demás.
Creer y poner en práctica los principios de la inclusión, implica no discriminar a nadie por tener condiciones distintas, no marginar por diferencias ideológicas, no excluir por asunto de género o por preferencia sexual. Hoy, no basta con predicar y aparentar la inclusión, hay que vivirla, sentirla y evidenciarla.
El mundo actual es diverso.