Los países más desarrollados no son los que tienen ciudadanos y líderes que irrespetan continuamente sus constituciones, sus leyes, sus costumbres y sus normas. Establecer el respeto como cultura colectiva transversal, es una decisión estratégica esencial para asegurar la convivencia humana, la institucionalidad, la democracia, el buen clima de negocios, la equidad social. El desarrollo sostenible y el bienestar colectivo, tienen más posibilidades de aplicarse en las sociedades donde impera la cultura del respeto. Crear e instituir la cultura del respeto es un proceso consciente y participativo, el cual abarca varios y diferentes escenarios. Por ejemplo: la familia, cada uno de los niveles de la educación (inicial, primario, secundario y superior), los medios masivos de comunicación, las organizaciones sociales, etcétera. Cuando la cultura del respeto es aprendida y practicada por todos los ciudadanos, sin importar el tamaño de su cuota de poder político, económico y social, son más y mejores las posibilidades para sentar las bases de un clima sano y sostenible de coexistencia humana. La cultura del respeto ayuda a establecer ciudadanía responsable y a prevenir la impunidad de la corrupción en las instituciones públicas y en las empresas privadas. Tanto en lo individual como en lo colectivo, la cultura del respeto añade valor a la convivencia familiar, social, laboral y profesional. Es poco probable que una persona que conozca y ejerza, en todo momento, circunstancia y lugar, el verdadero significado del respeto, se le ocurra violar las disposiciones establecidas en la Constitución y en las leyes adjetivas de su país. Los que creen en el respeto como medio para asegurar relaciones humanas saludables, no vulneran las normas y procedimientos establecidos solo para obtener beneficios personales, no transforman lo institucional en personal y nunca quebrantan los derechos de los demás.