En estos tiempos, en los que los ciudadanos/clientes cuestionan por diferentes vías el pensamiento, las decisiones y actuaciones de las empresas e instituciones, bien harían sus directivos, ejecutivos y gerentes en conocer y aplicar las novedosas reflexiones que ha hecho al respecto Guillermo Echegaray, en su más reciente libro: “Empresas con alma, empresas con futuro”. El discurso y la praxis de las organizaciones con alma se sustentan en la esencia de los valores humanos y ponen más énfasis en el ser que en el parecer. La solidaridad y el respeto a la dignidad humana son valores esenciales de las entidades con alma.
Javier Díaz Giménez, profesor de economía del IESE Business School, ha planteado que uno de los objetivos de dicha obra consiste en encontrar el alma de las empresas desde una mirada sistémica que ayude a ver y a gestionar el todo y no las partes, pero teniendo en cuenta a las personas que forman parte de ellas. El peso de las mochilas emocionales que llevan consigo los directivos, ejecutivos y demás colaboradores de las organizaciones, es un factor clave para establecer empresas e instituciones con alma. El alma organizacional es lo que hace que una organización se transforme en espacio sano de crecimiento humano.
Las empresas e instituciones con alma saben valorar y apreciar los pequeños, medianos y grandes esfuerzos que realizan sus colaboradores internos, sin importar su jerarquia y su forma de pensar. El alma de una organización es la energía positiva que la mantiene viva. Es, además, lo que motiva a su talento humano a crear y desarrollar ideas novedosas. En las entidades con alma no se discrimina, no se margina, no se maltrata y no se castiga a ningún colaborador porque piense y actué diferente. Por lo general, en las organizaciones con alma los reconocimientos se realizan en público y los reproches y llamados de atención se hacen en privado.