Hoy más que ayer, los políticos, los empresarios, los activistas sociales, los religiosos, los intelectuales, los profesionales, emplean la posverdad como recurso mediático y de control social, para incidir, controlar y manipular el pensamiento, las decisiones, las actitudes, las acciones y las opiniones de las audiencias. Las intenciones de los mensajes de la posverdad, sin excepción de los medios empleados para su divulgación, es lograr que las mentiras sean más creíbles que las verdades, que la subjetividad adquiera más valor que la objetividad y que la ficción supere la realidad. Los daños multidimensionales derivados de los efectos de la posverdad, aniquilan la capacidad crítica y analítica de las personas.
La posverdad es un arma política, comercial, ideológica y social que se emplea para crear, cambiar y mantener verdades y realidades favorables o desfavorables a determinados intereses y propósitos. Es, además, un medio para falsear la realidad e incidir en el pensamiento, las decisiones, las percepciones, las opiniones y el comportamiento de las personas. Por lo general, detrás de los efectos de la posverdad hay ganadores y perdedores. En la actualidad, la posverdad es una plataforma de control y manipulación social.
La esencia de la posverdad es legitimar lo conseguido por la fuerza, justificar malas prácticas, legitimar conductas incorrectas, limpiar imagen pública. Los simpatizantes de la posverdad son mitómanos y manipulares. Ellos siempre tienen un motivo para falsear la verdad. El tanto mentir, los incapacita para actuar y hablar en el marco de la verdad. Los amantes de la posverdad adulteran la verdad de los hechos, de las informaciones, la autenticidad de los números y la veracidad de las estadísticas. En fin, los usuarios de la posverdad se creen sus propias mentiras, fabrican sus verdades y construyen realidades para inducir percepciones favorables a sus propósitos e intereses.