Las empresas e instituciones que gestionan sus procesos en un ambiente rodeado de mediocridad, más temprano que tarde se reduce su capacidad productiva, pierden competitividad y su imagen pública se deteriora. Las organizaciones que se acostumbran a operar en un ambiente mediocre terminan siendo presas fáciles de la rutina y de los aparentes beneficios que proporciona el confort. Un ambiente mediocre solo se limita a cumplir con lo fácil y lo obligatorio.
Las organizaciones que erradamente asumen la mediocridad como parte de su cultura operativa, jamás podrán lograr resultados trascendentales y sostenibles. La mediocridad es como un virus que poco a poco se come la capacidad creativa e innovadora de las empresas e instituciones. En los ambientes laborales mediocres las personas que demuestran tener algún tipo de talento, piensan con cabeza propia y actúan apegados a principios, son excluidos y percibidos como conflictivos.
La mediocridad paraliza y ciega el accionar y el pensamiento estratégico de las empresas e instituciones. La vacuna más eficaz para prevenir la mediocridad en las organizaciones consiste en tener líderes visionarios y con coraje para tomar decisiones que impidan a los mediocres determinar el presente y futuro de las entidades. Para alcanzar resultados sostenibles y satisfactorios se hace necesario erradicar la mediocridad en todas las áreas o departamentos de la organización.
Nada ni nadie puede evitar que las organizaciones decidan y actúen de manera mediocre, si sus directivos, ejecutivos, gerentes y el personal de apoyo son mediocres. Se ha demostrado que las organizaciones conformadas por mediocres carecen de visión, creatividad y energía emprendedora para decidir y actuar en función a los cambios que se producen en su entorno inmediato.