En el marco competitivo actual nada es más real que el cambio. Por ello, la decisión de impulsar una cultura innovadora se ha convertido en la más sólida y concreta ventaja competitiva del siglo XXI. Hoy, la estrategia más viable para entender, enfrentar y adaptarse positivamente a los efectos que se generan como consecuencia de los constantes cambios a los que están sometidos los países, las empresas y las instituciones es la innovación. Innovar es una actitud positiva y proactiva frente a lo nuevo.
Los hechos demuestran que para sobrevivir a los cambios, es imprescindible crear una cultura innovadora que fluya, que se haga sentir en la toma de decisiones y en las actuaciones de cada uno de los subsistemas que sustentan la estructura organizacional. Desde esta perspectiva, es necesario que los que deciden en las empresas e instituciones permitan que sus colaboradores desarrollen y pongan en práctica sus ideas, lo cual implica que sean tolerantes con los errores en los que posiblemente incurrirán sus colaboradores.
Las empresas e instituciones que ignoren la innovación como medio para adaptarse a los cambios, no vivirán para contarlo. Crear y consolidar una cultura de innovación, que ayude a las empresas e instituciones a responder satisfactoriamente a los cambios que se originan en sus entornos, es el desafío más importante y prioritario que tienen las organizaciones de hoy. La innovación solo añade valor a la productividad y competitividad cuando la gestión del talento humano se realiza desde la perspectiva de la participación y el respeto de las ideas.
El primer y más importante obstáculo para crear un clima innovador es la actitud de rechazo al cambio. No es posible innovar sin conocer y cuestionar el pasado, implica analizar los efectos negativos de decisiones y actuaciones anteriores.