Como es lógico y natural, los efectos sin precedentes provocados por la COVID-19 han obligado a los líderes de los países ricos y pobres a colocar el factor humano en el centro de sus prioridades. La historia se ha encargado de registrar y narrar el propósito desmesurado y sin límites de los defensores radicales del modernismo por situar el desarrollo tecnológico, económico, productivo, científico e industrial por encima de la existencia humana.
El progreso al margen de la ética y del respeto a la vida animal, vegetal y humana puede ser rentable, pero jamás será sostenible. Ningún modelo de desarrollo debería poner la rentabilidad por encima del bienestar humano. Se incurre en un gravísimo error siempre que la acumulación de utilidades se valora más que la prosperidad de los seres vivos.
Desde hace un periodo relativamente largo, pensadores de distintas áreas del saber se han interesado en analizar los efectos negativos derivados del modernismo. Sus esfuerzos se centran en lograr establecer un modelo mundial de desarrollo en el que el factor humano sea la prioridad y no el progreso rentista y salvaje.
Al fin y al cabo la búsqueda consiste en extirpar los desaciertos del modernismo e instaurar un posmodernismo centrado en cada una de las dimensiones de la vida animal, vegetal y humana. El factor humano ha sido ultrajado y delegado a planos insignificantes por la visión rentista del capitalismo.
Como consecuencia de los efectos de la pandemia COVID-19, son muchos y variados los desafíos a los que se enfrenta y enfrentará el mundo hoy, pero probablemente uno de los más relevantes sea diagnosticar, de manera objetiva y holística, las causas que provocaron el origen del coronavirus en Wuhan, ciudad china, así como buscar soluciones científicas para mitigar el impacto desfavorable del virus en los sistemas sanitarios, en el crecimiento económico, en la productividad y en la sostenibilidad de los empleos a nivel mundial.
Es lamentable que haya tenido que acontecer una crisis sanitaria de la magnitud de la actual para que los defensores del capitalismo rentista y salvaje entendiesen que el progreso no sirve para nada cuando no tiene el factor humano como prioridad.
El modernismo sin ética, sustentado en el enfoque rentista del capitalismo y separado del bien común, ha puesto en riesgo la permanencia de los recursos naturales no renovables y la existencia misma de las diferentes formas de vida.