Existen estudios que revelan marcadas relaciones entre el comportamiento humano y el animal. Por ejemplo, animales de la misma especie viven y se desplazan siempre juntos. Según la etología esta modalidad de relaciones se denomina manada. Los etólogos establecen los dos factores esenciales que favorecen la cooperación y vinculación entre grupos de animales: La defensa frente a depredadores y la facilidad para la búsqueda de alimento. Como se observa, la manada es el mecanismo que emplean instintivamente algunas especies animales para sobrevivir en su agitado entorno natural.
En muchas empresas e instituciones del país, las relaciones humanas y laborales se sustentan en los mismos factores que motivan a la mayoría de los animales salvajes y a algunos domésticos a vivir en manada. Es decir, alcanzar determinados logros tangibles e intangibles sin importar el precio que haya que pagar para ello.
En el contexto de manada, el animal más adulto o fuerte es quien decide dónde van y que deben hacer los demás animales. En fin, la calidad y sostenibilidad de la sobrevivencia de los miembros de la manada dependen de las experiencias y habilidades de su jefe.
Incurren en un gravísimo error los que para justificar la importancia de la disciplina laboral y el respeto a la cadena de mando dentro de las organizaciones, emplean como argumento para justificar el efecto manada o de arrastre. Los beneficios que se derivan del trabajo colaborativo bien dirigido, no guardan ningún tipo de relación con las supuestas ventajas que se obtienen de un clima laboral que funciona con los mismos criterios con que opera una manda. A los individuos hay que permitirles que expresen y desarrollen sus ideas, sin importar la magnitud de los efectos e impacto que éstas puedan tener. El efecto manada aniquila la capacidad creativa de las empresas e instituciones.