La humanidad ha tenido que ir poco a poco aprendiendo a lidiar con las amenazas y las crisis ordinarias y extraordinarias. El valor del liderazgo se aprecia y mide cada vez que, en una sociedad, en una empresa o en una institución, surge una situación de crisis, cuyas consecuencias amerita tomar decisiones certeras, sostenibles y favorables a los intereses de la mayoría.
La calidad gerencial, la visión estratégica, la pertinencia en la toma de decisiones y el nivel de entrega por el bien común, son algunas de las cualidades del buen o mal liderazgo que se ponen a prueba en tiempos de crisis. La crisis sanitaria mundial, generada por la pandemia del COVID-19, específicamente en República Dominicana, ha puesto en evidencia la falta de liderazgo. La gravedad de la crisis, en el corto, mediano y largo plazo, demanda una actuación más coherente y consiste en parte del liderazgo gubernamental. El número de muertos y contagiados por el coronavirus requiere de un liderazgo colaborativo, que ponga en primer plano el interés común. ¿Por qué no se ha formado un gobierno de unidad nacional, que planifique, ejecute y controle un plan integral para enfrentar los efectos de la presente crisis?
Todo parece indicar que el liderazgo político, empresarial, laboral y social dominicano no está entrenado para gestionar de manera colaborativa y eficiente el tamaño y la cantidad de los efectos negativos que se derivarán de dicha crisis. Hasta ahora, las decisiones y actuaciones al respecto han sido más mediáticas que estratégicas, más de carácter individuales que colectivas. En las acciones gubernamentales tomadas para supuestamente mitigar las consecuencias del coronavirus, no se percibe la presencia de un liderazgo colaborativo, vigoroso y con actitud y credibilidad para convocar a todos los sectores que inciden en el presente y futuro de la sociedad dominicana. En definitiva, falta liderazgo con autoridad, carácter, empatía y vocación para trabajar de manera mancomunado, y así poder contrarrestar los efectos del COVID-19.
Siempre ha sido así, el tipo de liderazgo existente en las sociedades, es un factor clave para mitigar el impacto de las crisis provenientes de eventos casuales y deliberados. Los países que no se han preocupados por formar y desarrollar líderes enfocados en el bien común, suelen ser torpes buscando soluciones colaborativas a las situaciones que ponen en peligro los intereses de la colectividad.