Nunca como ahora la posverdad había estado tan presente en las estrategias del marketing comercial, corporativo y político.
En República Dominicana, cada vez son más los CEO de empresas, de agencias del Estado, de marcas corporativas y comerciales, así como de organizaciones políticas, que suele emplear de manera consciente y deliberada la posverdad como recurso mediático para crear, cambiar o mantener percepciones, actitudes y opiniones, con las que se pretende alcanzar determinados intereses, imponer posiciones, incidir en la toma de decisiones e inducir el consumo de productos y servicios específicos.
En la presente coyuntura, el uso y presencia de los diferentes medios y recursos, de los que continuamente se vale la posverdad para fabricar realidades, disfrazar mentiras de verdades y lavar imagen pública, están por doquier en la sociedad dominicana. Los efectos de la posverdad son similares al veneno de la viuda negra. Por lo general, detrás de la posverdad siempre hay propósitos malsanos. Por ejemplo, emplear cuantiosos recursos económicos, tecnológicos y humanos para que determinadas audiencias compren y consuman productos, marcas o servicios sin atributos positivos.
¿Quién en el país pondrá límites a las empresas, a las agencias del Estado, a las marcas corporativas y comerciales, así como a las organizaciones políticas que emplean estrategias y acciones de marketing para crear falsas percepciones, inducir la toma decisiones e incidir en el comportamiento de las audiencias? En estos tiempos, es común ver y escuchar muchísimos mensajes publicitarios vendiendo atributos de productos que solo existen en las mentes de sus creativos. También, se observan numerosos esfuerzos de marketing político, cuyo fin es sobredimensionar las supuestas fortalezas de ciertos candidatos para ocultar sus evidentes debilidades.