Planificar, ejecutar y controlar estrategias y acciones de relaciones públicas desde la mirada ética y profesional no es un pecado. En cambio, se asume como pecado grave cuando muchas empresas, instituciones y marcas suelen designar o contratar a mentirosos patológicos como sus relacionistas, pretendiendo con ello desarrollar actividades mediáticas, que contribuyan a lograr determinados propósitos sucios. Hoy sí es un pecado utilizar la ingenuidad y la humildad de las personas para manipular sus decisiones y expectativas.
No es un pecado ser relacionista, siempre y cuando las relaciones públicas se gestionen desde la perspectiva ética, tomando como punto de referencia los principios que sirven de sustentos teóricos al humanismo y al existencialismo. Más ayer que hoy, la imagen pública del talento humano responsable de gestionar las relaciones públicas, tanto dentro como fuera de las empresas e instituciones, correspondía a la de una persona sin credibilidad, capaz de creerse sus propias mentiras. Muchas personas tienen la falsa creencia de asociar las actividades de relaciones públicas con prácticas deshonestas, carentes de ética y de profesionalidad. Es posible que la mirada imprecisa y cuestionadora hacia el quehacer ético y profesional de las relaciones públicas, tenga como causas principales la inconsistencia de su marco teórico y la presencia sistemática de profesionales de otras áreas, los cuales se disfrazan de relacionistas. Por lo general, los que practican las relaciones públicas al margen de los valores y principios éticos, creen que repitiendo muchas veces la misma mentira es posible que esta llegue a ser verdad.
Actualmente las empresas e instituciones con estructuras formales de comunicación requieren el apoyo de las relaciones públicas. Al fin y al cabo, todas las organizaciones necesitan crear y mantener vínculos fuertes y sanos con sus grupos estratégicos y de interés.