Por naturaleza, el ser humano ha mostrado tendencias destinadas a utilizar diferentes medios para persuadir a sus semejantes, pretendiendo con ello lograr determinados propósitos. En este sentido, en algunas ocasiones, circunstancias y lugares específicos, las personas suelen usar como medios persuasivos las herramientas del marketing, la actuación, la apariencia y hasta sus propias emociones. En definitiva, la persuasión emocional es un recurso cuasi natural que emplean los individuos en sus entornos de interacción: Familia, sociedad, trabajo, amistad, etc.
Asimismo, la persuasión emocional puede considerarse como uno de los tantos mecanismos de defensa que crea y desarrolla el ser humano para justificarse y victimizarse. El número es grande de empresas e instituciones con colaboradores internos acostumbrados a usar el chantaje emocional como mecanismo para evitar la toma de algunas decisiones con las que probablemente se pueden afectar sus intereses y beneficios. Las personas que logran alcanzar el éxito profesional y laboral mediante el chantaje emocional, pueden hacer de este un recurso continuo de sobrevivencia.
En los ambientes laborales donde las relaciones primarias/informales son superiores a las institucionales/formales, los empleados que padecen de autoestima baja suelen utilizar el chantaje emocional como recurso persuasivo para obtener o mantener determinados beneficios o estatus dentro de la organización. También frente a la toma de decisiones adversas a los intereses de los chantajistas emocionales, éstos se victimizan y recurren a fingir lágrimas de cocodrilo, a repartir besos tibios y venosos, a dar abrazos de osos, así como fabricar y mostrar falsa lealtad.
Por lo general, el chantaje emocional logra sus propósitos en las organizaciones que valoran más las relaciones primarias que las laborales e institucionales.