En estos tiempos de destape de lo privado, donde todo se sabe, se dice y se comenta, debido, entre otras causas, a la facilidad con que los ciudadanos pueden expresar libre y públicamente sus opiniones y puntos de vista, gracias a la facilidad que ofrecen el Internet y las redes sociales para visibilizar lo bueno y lo malo que acontece dentro y fuera de las empresas e instituciones, es imprescindible tener un equipo que gestione ética, profesional y estratégicamente cada una de las acciones de relaciones públicas.
En la medida que se fortalece, expande y visibiliza una cultura ciudadana inspirada en la transparencia y en el reclamo continuo contra la corrupción y la impunidad, las pequeñas, medianas y grandes empresas privadas e instituciones de servicios públicos, necesitan establecer y mantener relaciones sinceras y sostenibles con sus grupos estratégicos y de interés. En este orden, no es verdad que cualquier mentiroso patológico y adicto a la posverdad puede gestionar las relaciones públicas como medio para crear reputación, notabilidad y credibilidad.
Las relaciones públicas siempre serán un medio efectivo para facilitar la solidaridad humana, para implementar acciones que añadan valor a los climas laborales, para poner en práctica estrategias que generen vínculos sanos dentro y fuera de las organizaciones.
En definitiva las relaciones públicas no son un recurso mediático para manipular y ocultar determinadas verdades, realidades y resultados derivados de malas prácticas. Las relaciones públicas son el medio para construir y visibilizar los logros de la obra social de las empresas e instituciones.
La primera condición para ser un buen gestor de relaciones públicas es saber ser gente. Los que irrespetan, maltratan y no sienten afectos por los demás, también son enemigos de las buenas relaciones públicas.