El valor del liderazgo

El valor del liderazgo

José Luis Rojas.

República Dominicana, igual que todos los países afectados por la pandemia COVID-19, requiere muchos recursos económicos para mitigar a corto, mediano y largo plazo los múltiples efectos derivados de dicha crisis sanitaria. Además, se hace imprescindible la presencia activa de un liderazgo creíble, visionario, articulador, proactivo y empático, con capacidad y experiencia para percibir y analizar las perspectivas socioeconómicas en los entornos nacional, regional y mundial. En un abrir y cerrar de ojos, el coronavirus lo ha cambiado todo: nuevas formas de trabajo, nuevos escenarios para estudiar, alteración de las relaciones familiares y sociales, etcétera.

¿Quién estaba preparado para enfrentar los efectos provocados por el coronavirus COVID-19? ¿Los países más ricos? ¿Los que siempre han invertido en desarrollar el liderazgo? Las respuestas a estas interrogantes pudiesen estar en la cantidad de contagiados y muertos que hoy exhiben las sociedades que han sido tocadas por la pandemia COVID-19. La mayoría de los sistemas sanitarios de los países han colapsados. Las estadísticas mundiales indican que en los países donde existe un liderazgo político, empresarial y social más colaborativo e inclusivo, los efectos de la COVID-19 han sido menos devastadores.

En momento de crisis como el actual, las sociedades, las empresas y las instituciones necesitan que sus líderes políticos, empresariales, laborales, religiosos, académicos y profesionales dejen atrás las diferencias y trabajen unidos a favor del bien común. La sumatoria de esfuerzos continuos y creíbles, es la vía más corta y segura para poder mitigar los efectos negativos de la crisis sanitaria que enfrenta el mundo hoy. En República Dominicana, como en los demás países, las consecuencias sociales y económicas de la pandemia COVID-19 podrían ser menos deprimentes si el liderazgo nacional general se uniese para decir y actuar en función del interés colectivo. Las características del coronavirus no son las de una crisis sanitaria más, es una incertidumbre que involucra a la sociedad en su conjunto.

Disponibilidad de muchos recursos económicos, cultura colectivista, creatividad ciudadana, capacidad oportuna de respuesta y un liderazgo integrador, creíble y experimentado, son algunos de los medios imprescindibles que se requieren para afrontar las consecuencias de la crisis provocada por la COVID-19. La magnitud de la crisis sanitaria y económica que mantiene en vilo a la sociedad dominicana y a la mayoría de los pueblos del mundo, demanda la presencia y actuación de un liderazgo que entienda que el bien del todo siempre será más importante que el bien de una parte. Es decir, un liderazgo que valore más las emociones que las opiniones de los ciudadanos.

Ante el tamaño y el impacto de la presente crisis sanitaria y económica, la actitud del liderazgo nacional jamás podrá ser la de excluir a los que desean colaborar, a los que tienen méritos, competencias y experiencias para elaborar y sugerir propuestas viables. Además, no es tiempo de visibilizar el poder económico que tiene tal o cual candidato político, tratando con ello de ganar simpatía partidista. Hoy, la sociedad dominicana requiere de lideres políticos, empresariales, laborales, académicos, profesionales y sociales que se unan para construir una cultura colectivista que logre afrontar con responsabilidad los efectos de una pandemia sin precedentes. El liderazgo autoritario y excluyente no añade valor a la crisis que vive y padece República Dominica y el mundo.

Es como al respecto ha dicho Antoni Gutiérrez-Rubí: “Esta crisis desvelará, con toda su crudeza, la diferencia entre liderazgo y poder. Líderes sin poder. Poderes sin liderazgo. Se necesitan faros inspiradores que sean capaces de ejercer su autoridad, no solo por la fuerza de sus competencias. Dirigir es iluminar, orientar y dar sentido. El confinamiento global pone a debate los atributos de distancia y proximidad física y digital. Cerca y lejos no es solo un concepto físico. Esta crisis crea nuevos marcos mentales. Las palabras importan. Y los atributos cambian. La política se quedó dando tumbos entre la responsabilidad de la respuesta y la incapacidad para hacerse todas las preguntas”

Tanto los hechos pasados como los presentes son evidencias irrefutables para estudiar y valorar el rol influenciador que ejerce el liderazgo durante el proceso de gestión de una determinada crisis. El liderazgo es una competencia blanda transversal de alto valor agregado. Su poder psicológico y sociológico es tan significativo que puede incidir de manera positiva o negativa en el comportamiento humano individual y colectivo, así como en la sostenibilidad, en la productividad y en la competitividad y de los climas laborales. La calidad y visión del liderazgo influyen en las emociones, en la creatividad y en la toma de decisiones de las personas.

Sin duda, la crisis sanitaria mundial de hoy afecta y afectará el crecimiento y desarrollo económico, el estado de ánimo individual y colectivo, la cantidad y calidad del empleo, así como las relaciones sociales, la armonía y la estabilidad familiar. Para enfrentar el tamaño de la crisis actual es imprescindible la presencia de un liderazgo inclusivo, transformador y aglutinador, con energía y visión para convertir las fuerzas restrictivas provenientes del COVID-19 en fuerzas impulsoras.

El valor y la calidad del liderazgo son fundamentales para gestionar las múltiples consecuencias del coronavirus. La presente crisis no se resuelve centralizando las actividades. Tampoco es posible encararla implementando acciones clientelistas, coyunturales y dispersas, cuyo propósito real es mostrar a los electores el tamaño del poder económico de sus auspiciadores, los que al mismo tiempo tienen aspiraciones políticas. Para salir lo menos posible afectado de esta crisis sanitaria, el liderazgo dominicano tendrá que aprender a trabajar en equipo, respetando las creencias, los intereses y los puntos de vista individuales y grupales.

La narrativa de los acontecimientos mundiales de hoy y de ayer, testimonian que la calidad humana, el pensamiento inclusivo, la visión de futuro, la solidez de los valores, la empatía positiva, la solidaridad espontánea, la sinceridad autentica y la pertinencia de las decisiones y actuaciones de los líderes, son las cualidades y atributos esenciales que pueden contribuir a mitigar los impactos negativos de los eventos. Los pueblos que mejor desempeño han tenido ante terminadas crisis, son aquellos que cuentan con líderes creíbles, empáticos y con probada experiencia para tomar decisiones certeras en momentos de crisis, así como saber poner el interés común por encima de sus propias vidas y de sus beneficios particulares.