Fue la figura política más importante del Gobierno constitucionalista y uno de los amigos más íntimos del Presidente Caamaño, con el que había conspirado para derrocar al triunvirato y al que conocía desde que ambos eran adolescentes.
Por eso, el 24 de abril Héctor Emigdio Aristy Pereyra se levantó de su cama pese a estar enfermo, y desde que los revolucionarios asumieron el control de Radio Santo Domingo hasta que se firmó el acta para el cese de la guerra estuvo con el pueblo y sus líderes.
Caamaño conocía su capacidad organizativa y su experiencia política y le nombró Ministro de la Presidencia. Estuvieron juntos en todos los escenarios de la guerra.
José A. Moreno escribe en su libro “El pueblo en armas”: “Caamaño y Aristy se convirtieron en un eficiente equipo de trabajo. El primero, con antecedentes militares pero sin experiencia política, representaba a la derecha moderada; el segundo, con alguna experiencia política y de negocios, representaba a la izquierda moderada. Juntos discutían y llegaban a decisiones que fueron aceptables para los de derecha y los de izquierda dentro del movimiento rebelde. Juntos se sentaban a la mesa de negociaciones para discutir problemas políticos con los líderes rebeldes o con representantes internacionales”.
Entrevistado en su hogar, Héctor Aristy habla entusiasmado de la revolución. Fue una etapa representativa en su vida. Aparece a diario al lado del Presidente en armas. Está lúcido y se expresa coherente a pesar de haber padecido un repentino infarto que le sorprendió en Caracas, donde le intervinieron quirúrgicamente. Debe ser inyectado todos los días, porque es diabético.
Nació en Azua el uno de noviembre de 1930, hijo de Laura Pereyra y de Porfirio Aristy, agricultor. “Éramos siete hermanos”, declara, contando su pasado antitrujillista que se inició en La Normal, pues su padre trasladó la familia a la Capital siendo Héctor un niño. Fue miembro de la Juventud Democrática, afirma.
Confiesa que pese a ser secretario general del Partido Liberal Evolucionista (PLE), que encabezaba Luis Amiama Tio, “estuve conspirando con el coronel Fernández Domínguez, pertenecía a una unidad de militares que estaba en la trama para derrocar a Donald Reid. Luis Amiama no lo sabía, lo sospechaba”.
Agrega que conoció a Caamaño siendo este policía. “Hicimos amistad, nos visitábamos”, exclama.
Cuando estalla el movimiento “yo estaba enfermo en mi casa en el kilómetro siete y medio de la carretera Sánchez. Tenía varicela. Pasé por donde Luis Amiama y desde ahí me dirigí hacia el campamento 16 de Agosto, donde se encontraban los militares constitucionalistas, me integro al grupo y comenzamos a planificar qué se iba a hacer, cómo se agrandaba la insurrección”.
Tiene claros en su memoria los diferentes procesos de la guerra, se exalta, se indigna, se entusiasma según lo relatado y aunque expresa con claridad sus sentimientos y experiencias, el hablar es pausado, producto de su aquejo. Perfectamente cuidado, camina cada tarde y lleva una rigurosa rutina de visitas y tratamientos médicos.
Pese a sus 85 años conserva la apostura que en otras épocas le merecieron el calificativo de “playboy”, que recoge Tad Szulc en su Diario de la guerra de abril de 1965, agregando que Aristy era visto con frecuencia en compañía de bellas mujeres. Hoy sigue vistiendo con elegancia y buen gusto. Su perfume es exquisito. En la revolución se le observaba tanto de kaki y armado, como trajeado o vestido informal, pero impecable.
Autores de Abril, como Tad Szulc y Bonaparte Gautreaux Piñeyro, han criticado actuaciones suyas en la conflagración. Gautreaux reconoce, sin embargo, “el importante papel que Aristy jugó en la Guerra de Abril”.
En una entrevista al entonces mayor Manuel Ramón García Germán, a la sazón ayudante de Juan Lora Fernández, Jefe de Estado Mayor del Ejército Constitucionalista, este destaca que Aristy “era el hombre de la logística, hizo diligencias para el sostenimiento de las tropas, nos consiguió comida, alojamiento, usó sus conexiones con el empresariado y obtuvo suministros importantes”.
“Salió del local incendiado del PLE, vino a la emisora donde asumíamos el control y desde entonces no se separó de Caamaño”. Añade que su desenvolvimiento en la zona constitucionalista fue excelente y que si su comportamiento hubiese sido incorrecto “yo lo hubiese detectado, porque organicé la inteligencia de la Revolución”.
Aristy, señala, “hizo muchas diligencias importantes, traducía, se reunía con empresarios porque había muchos problemas en la Aduana”.
García Germán concluye: “Héctor Aristy organizó con eficiencia los diferentes departamentos del Gobierno de Caamaño”.
Las críticas a su gestión son superficiales. Le atribuyen haber querido opacar la figura de Caamaño, a veces adelantándose a sus respuestas o anteponiendo su imagen a la del Presidente.
Lo que ocurría era que Aristy fungía de intérprete. Habla inglés perfectamente, pues vivió ocho años en Estados Unidos, donde trabajaba y tenía una pequeña industria de joyería. Allá estudió francés. Pero declara con humildad que “Caamaño también hablaba un poquito de inglés”.
“DÍAS AGITADOS”
Cuenta que tanto él como Caamaño conversaban sobre la deplorable situación por la que atravesaba el país, “sobre todo con la corrupción en la Policía” y se propusieron combatirla.
Y después, “ya estando en el campamento de la carretera Duarte se planificó que Caamaño fuera a recibir el Palacio Nacional. Nosotros nos quedamos. Yo tenía una pistola y conseguí una ametralladora Thompson”.
Participó en el reparto de armas al pueblo y estuvo en la batalla del puente Duarte “donde opusimos una gran resistencia”.
El exministro de la Presidencia tenía grandes tareas. “Yo administraba todo, me fueron cayendo responsabilidades una tras otra. Aparte de eso recibía personalidades extranjeras”. Comenta que hizo una gran amistad con Marcel Niedergang y Tad Szulc. “Fueron días muy agitados”, significa, revelando que debía preparar bien las conversaciones y conferencias. Fue también orador. Pronunció discursos tanto en el Baluarte como en la llamada Plaza de la Constitución, como se llamó a la fortaleza Ozama.
ASALTO AL PALACIO
“Estábamos opuestos al asalto al Palacio porque ya era muy tarde, ya el Palacio había sido desocupado y lo que había eran militares”, explica Aristy.
Agrega que sintió “una gran pena por esos compañeros que cayeron. A Juan Miguel Román lo conocí en el 14 de Junio; a Fernández Domínguez me lo presentó un español apellido Azcárate. Perdimos a esos compañeros”. Manifiesta que igualmente sufrió la muerte de Ilio Capocci.
“En el Palacio fue herido mi sobrino Amaury, era un jovencito de 17 años, fui a verlo a la clínica del doctor Franco, también lo visitó Caamaño. Lo consolé diciéndole que eso era temporal, que cuando se levantara se reintegrara a la lucha”.
La intervención norteamericana le indignó. “Fue el más grande atentado a nuestra soberanía”.
De Caamaño dice que era temperamental, muy valiente, audaz, aprendía rápido. “Cuando hubo enfrentamientos, siempre estuvo presente”.
Significa que abril le representó “un entrar en la vida de acuerdo a los principios”.
Tras la contienda fue designado embajador ante la UNESCO y la Comunidad Económica Europea. En París conoció a la paquistaní María Paul, con quien se casó. Es la madre de su hija Mariloy.
Aristy, quien perdió en la guerra su negocio de transporte organizado, regresó al país en 1980. Posteriormente fue diputado por la provincia de Azua.
“La revolución, en un sentido, fue buena, porque le dio al pueblo la capacidad de saber por lo que luchaba: su soberanía. El futuro del país se trazó en esa contienda aunque es cierto que el pueblo sigue buscando su independencia. El vencedor de la guerra de 1965 fue el pueblo dominicano”.