Mi papá dedicó 46 años de su vida a trabajar en el Hospital Luis Eduardo Aybar. Hoy está jubilado y tiene el plan básico del Seguro Nacional de Salud (SENASA), lo que lo ha coonvertido en un ciudadano de tercera categoría que tuvo que pasar un viacrucis el día de ayer para recibir la atención que requiere como paciente de covid-19.
Todo comenzó poco después del mediodía cuando mi hermano decidió llevarlo a la Clínica Abreu, donde le solicitaron RD$20 mil para recibirlo en la emergencia y, tras afirmar que no tomarían el seguro del doctor, solicitaron la friolera de RD$500 mil como depósito, solo por si acaso.
Como es de imaginar, hubo que sacarlo de ahí, después de firmar un descargo y pagar RD$15 mil por una atención en la emergencia por el que cobraron RD$4,500, el equipo de protección, RD$1,786.09; servicio de imágenes, RD$4,000; oxígeno, RD$1,500; y otras partidas menores de suero, cánulas, indosal, catéter, tegaderm y humificador de oxígeno.
El siguiente paso fue llevarlo a Cedimat, donde tampoco tomaron el seguro, pero lo trataron como lo que es: un ser humano.
A ellos, gracias del alma.
Aunque se lee tonto, en ese interín pasaron casi ocho horas de angustia en las que uno no sabía qué hacer porque, si bien es cierto que papá no está grave, no es nada agradable tener a alguien con neumonía dando tumbos porque tiene un seguro que al final no sirve de nada.
Tras el susto me asaltó la indignación: ¿cómo es posible que un médico sea tan maltratado por el sistema de salud? Eso tiene que cambiar. El CMD que actúe.