El viejismo: prejuicio y estigma

El viejismo: prejuicio y estigma

José Miguel Gómez

La esperanza de vida está aumentando. Los adultos mayores en toda Latinoamérica van a estar presentes en familias, jubilados, en iglesias, sociedad civil y en toda actividad gregaria. También los habrá en soledad y en vulnerabilidad por una condición física y mental.

Cientos de ellos recibirán bullying: “viejo verde”, “quédese en su casa”, “su tiempo ya pasó” “ya le queda poco”, etc. El estigma lo van a sentir de una sociedad excluyente, discriminatoria y con un sistema de creencias de que la utilidad está en los jóvenes y adultos productivos.

El mundo hedonista, de la autogratificación inmediata, el de la cultura de la prisa, de la velocidad, de la juventud, del músculo, la belleza, el consumo, de la visibilidad, de lo efervescente y nutriente; se niega a reconocer la vejez.

La cultura de los abuelos y los padres, de la disciplina con el ahorro, guardar pan para mayo, pensar en el techo, el trabajo, la constancia, la búsqueda de lo duradero y lo perdurable, se fue transformando en lo desechable, lo de nada es para siempre, y vivir en el “aquí y el ahora”.

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El viejismo en una forma despreciable hacia los adultos mayores. Se les trata como estorbo, se le descalifica y se les percibe con cierta carga de prejuicio, es decir, el prejuicio es una actitud de rechazo frente a alguien o a un proceso sin tener una razón lógica de ser; sencillamente me cae mal, lo rechazo, me muestro apático e indiferente.

La proliferación de la insensibilidad social, la deshumanización, la inequidad y la negación de derechos frente al adulto mayor, aumentan los prejuicios y estigma contra los viejitos (as).

Las sociedades que protegen al adulto mayor, les cuidan sus pensiones, los servicios son de calidad y calidez para ellos, les tienen descuentos en las medicinas, transportes, alimentos, boletos aéreos, y protección social.

Los adultos mayores tienen que mantener el proyecto de vida: ejercicios, leer, escuchar música, tener una actividad semi de trabajo o de ocupación, tener amigos, pasear, salir a tertulia, espiritualidad, mantener sus ahorros, sus activos, su autonomía e independencia hasta donde la funcionalidad se lo permita.

El viejismo una limitación social, psicológica, emocional donde el propio adulto y la sociedad le va construyendo la soledad, la inutilidad, el conformismo, la resignación y el escapismo social.

Sin embargo, muchos viejitos son explotados y abusados en sus finanzas, su tiempo, su espacio, casas, vehículos y el cobro de las jubilaciones por hijos y nietos.

Esa exaltación y validación por los jóvenes, por la belleza y velocidad condiciona la mente para tratar el viejismo como desechable y de estorbo socialmente.

En el continente europeo ya existe el instituto de la soledad, los espacios que van limitando y estigmatizando y separando a los viejos de contacto social.

En sociedad asiática, los viejos los toman en cuenta para todo, les cuidan, le reconocen sus aportes, sus tiempos invertidos, sus experiencias y trabajos acumulados por años.

No usemos el viejismo de forma irresponsable, estigmatizada, prejuiciosa e indiferente contra los adultos mayores.

Los viejos fueron jóvenes, personas que trabajaron, formaron familias, empresas, crearon empleo, pagaron impuestos, impulsaron democracia, lucharon por derechos y crearon circunstancias para que otros crecieran y se desarrollen como personas. A los adultos mayores hay que respetarlos y amarlos por siempre. Los jóvenes de hoy serán los adultos de mañana. Cada generación debe de protegerse con dignidad y honor.