POR DOMINGO ABREU COLLADO
Dentro de las discusiones sobre el manejo de la Áreas Protegidas y la protección de las zonas naturales oficialmente no protegidas mucho se ha hablado de la participación de las comunidades aledañas o circundantes a dichas zonas naturales y culturales. Y mucho se ha repetido el tema de la importancia económica para dichas comunidades, aparte de los beneficios directos representados en servicios básicos, tales como caminos, carreteras, acueductos, electricidad, saneamiento ambiental, escuelas, educación informal, acceso a redes informáticas y vinculación con otros procesos similares.
Todos los proyectos presentados por organizaciones no gubernamentales y las gubernamentales también, incluyen la participación comunitaria como de obligatoriedad para la obtención de los recursos solicitados a los organismos internacionales, directamente, o solicitados a las organizaciones sombrilla locales. Pero en términos reales y en la gran mayoría de casos dicha participación comunitaria no pasa del texto de los proyectos, quedándose las comunidades a la espera de las mejorías prometidas y en entrenamientos que no terminan o que nunca empiezan. O simplemente realizando alguna pequeña labor como la de reforestación que servirán luego para justificar más peticiones de recursos.
Entre las experiencias vividas en instituciones gubernamentales está la de planificar actividades de tres días para darle seguimiento participativo a la comunidad, llegar al sitio con retraso, condensar en medio día la información a impartir, entregarles a los participantes los alimentos crudos que se utilizarían en los tres días, y salir de vuelta a primera hora del día siguiente.
Otras experiencias similares, con organizaciones gubernamentales, es llegar al sitio, exponer en una hora lo que debía hacerse en dos sesiones de tres horas cada una, mostrarles como utilizar un equipo que nunca más verán en su vida, tomar muchas fotos de la actividad para el informe, y dejarles esperando por dos años o más, cuando se apruebe otro proyecto cuyos fondos se quedarán como siempre- en las oficinas de Santo Domingo.
Esas experiencias nos han enseñado que sería mejor volcar todos los recursos, o la mayoría de éstos, directamente en las comunidades, trabajando directamente con ellas, dejando en sus manos obras tangibles, usables, permanentes, decentes y lo mejor construidas posible, pero que además sientan un vínculo real entre las organizaciones participantes, viabilicen la incorporación de otras organizaciones (locales o exteriores) y permitan dar seguimiento a los trabajos sin que se pierdan las informaciones o caigan en terreno estéril.
Sin bien es cierta la importancia del levantamiento de información (biológica, cultural, social y económica) para las propuestas de protección de las áreas, y que para ello es necesaria la obtención de recursos, no menos cierto es que si se utiliza la participación de las comunidades como componente de importancia para garantizar la obtención de esos recursos, estas comunidades reciban beneficios reales, no promesas de que el manejo futuro del área protegida les va a traer futuros beneficios. De esos futurismos las comunidades están hartas ya.
Las promesas de futuros beneficios no han hecho más que abrirles camino a potenciales dirigentes comunitarios para irse a Santo Domingo a encontrarse con ese futuro que nunca llega, desarticulando así las posibilidades de seguimiento a los trabajos por las comunidades y por áreas protegidas o por proteger.
En este punto queremos llamar la atención sobre un ejemplo de vinculación con las comunidades que no ha sido manejado todavía. Es la creación de elementos a partir de los cuales éstas se sientan inmediatamente vinculadas al proyecto o proyectos que se les plantean seguir o desarrollar.
Por ejemplo, lo que hemos hecho en la sección Borbón y sus parajes Pomier, Naranjo Dulce, Los Corozos y otros, es construir una muestra física, tangible, utilizable y disfrutable de lo que puede ser el proyecto final.
El edificio del Centro de Cultura de la Capital Prehistórica, por ejemplo, es un prisma a través del cual puede verse qué sería la construcción de la propia Capital Prehistórica, con el resto de sus edificaciones fundamentales: escuela (primaria y secundaria), parque infantil, centro de asistencia médica, iglesia, un estadio de beisbol, un edificio de gobernación local con museo y oficina de orientación turística, un acueducto, un sistema de alcantarillado pluvial y sanitario y una distribución decente del servicio de energía.
La función del Fondo de Cultura de la Capital Prehistórica (FCCP)
El Fondo de Cultura de la Capital Prehistórica (FCCP, en formación) tendrá como funciones: 1. La captación de recursos; 2. Administración y aplicación de esos recursos; 3. Dirección de los proyectos locales en torno al Monumento Natural Cuevas del Pomier; 4. Creación de programas de educación y conservación en torno a las cuevas; 5. Desarrollo del proyecto de organización de la Capital Prehistórica de las Antillas.
Entre los proyectos locales, de carácter económico, que desarrollará el FCCP están: a) la creación de cursos para la formación de artesanos y artesanas con la motivación originaria en las manifestaciones rupestres de las cuevas; b) organización y mejoramiento del sistema de producción de plantas medicinales y aromáticas de la zona; c) organización y entrenamiento en el procesamiento de subproductos lácteos, a partir de la pequeña ganadería de la zona; d) construcción de hornos y entrenamiento e n la producción de pan y otros productos de la harina; y f) organiza ción económica de la recreación: cine, turismo. etcétera.
Centro de Cultura de la Capital Prehistórica
Sin recursos asegurados, más bien solicitando donaciones constantemente, el Espeleogrupo de Santo Domingo ha terminado la construcción del Centro de Cultura de la Capital Prehistórica, el local comunal de las comunidades existentes en torno al Monumento Natural Cuevas del Pomier, en San Cristóbal. Para esa terminación ha sido fundamental la colaboración de la Lotería Nacional y su administrador, el ingeniero Ramón Rivas.
Este local, que estará manejado por el Fondo de Cultura de la Capital Prehistórica (en formación), albergará las actividades sociales, culturales, educativas, recreativas y de proyección económica local de las comunidades El Pomier, Naranjo Dulce, Los Corozos, Villa Piedra, Manué y otras de la sección Borbón, donde se encuentran las cuevas que albergan el conjunto de arte rupestre indígena más importante de todo el Caribe, llevando por ello el calificativo de Capital Prehistórica de las Antillas.
La construcción de este local es una demostración del compromiso del Espeleogrupo de Santo Domingo con las comunidades que rodean las Cuevas del Pomier y con su desarrollo. Es una declaración no en textos, sino en hechos, de que para esa organización, lo más importante en el proyecto de protección de las cuevas y cavernas de la zona son las comunidades que las rodean, porque estas comunidades son la garantía de que las cuevas no desaparezcan y se preserve el legado cultural que guardan en su interior.
Pero también es una demostración de confianza en que las comunidades sabrán crecer hacia la recuperación ecológica del entorno de la población y de las cuevas, recuperando su bosque de montaña, sus praos de laderas, su fauna más reciente y sus acuíferos superficiales.
Muchos de estos acuíferos han desaparecido.
El CCCP, el ambiente y el manejo cultural
Buena parte del trabajo que se realizará en el Centro de Cultura de la Capital Prehistórica estará relacionado con el manejo ambiental de los pequeños poblados en torno a las Cuevas del Pomier o de Borbón.
Lo primero será el trabajo de educación ambiental: manejo de desperdicios sólidos, principalmente de plásticos, manejo de aguas servidas, controles de contaminación sonora y aplicación de técnicas sobre saneamiento ambiental, un trabajo dirigido principalmente a los niños, adolescentes y jóvenes del área, que son quienes pueden disponer de mayor tiempo, tanto para el aprendizaje como para la utilización de los conocimientos adquiridos.
La educación ambiental entre la población de esta zona hará mucho énfasis en el ambiente existente durante la época en que la habitaban los aborígenes que utilizaron las cuevas, y el ambiente actual, recalcando los cambios ambientales y ecológicos que se han operado desde esa época hasta nuestros días, y cómo se evidencian éstos.
La búsqueda de alternativas para ir anulando los impactos negativos de la presencia humana en la zona será parte de los resultados prácticos de la labor de educación ambiental. En este aspecto, la idea es general formas de reducción del impacto sobre el ambiente local, y que esas formas de reducción de impacto ambiental se queden como hábitos entre las comunidades.
Este trabajo de educación y práctica ambientales demandará también en principio la captación de recursos para la compra de los primeros materiales de trabajo, pero en la medida en que crezca y se fortalezca el Fondo de Cultura de la Capital Prehistórica estos recursos se harán presentes. Y en la medida en que los nuevos hábitos ambientales se hagan espontáneos esa necesidad de recursos desaparecerá.