La efervescencia semántica potenciada por los nuevos paradigmas de la comunicación, sumada a las seducciones emanadas de las interfaces digitales, pronostica la extinción de las metodologías informativas y el saber periodístico en los procesos de vinculación de las empresas, instituciones y marcas.
Las esencialidades del periodismo se han constituido en aportes para las Relaciones Públicas desde la Revolución Industrial, cuando ambas disciplinas alcanzan mayores presencias en la sociedad. En Estados Unidos, en la primera década del siglo XX, el periodista Ivy Lee mejoró las relaciones de las industrias de carbón y la ferroviaria liberando las informaciones de estas empresas, permitiendo el acceso directo de los periodistas a situaciones que se mantenían en secreto, como lo eran los accidentes de trenes. Una manera de evitar especulaciones y rumores que restaban confianza al accionar de las industrias en la ciudadanía. Se trataba del modelo de agente de prensa, aun vigente pese a un constante afán de denostación y minimización frente al marketing y la publicidad que ha traído la oleada digital.
Como Lee y su socio –también periodista- George Parker, creadores de la emblemática y aún vigente fundación Rockefeller que contribuyó a mejorar la imagen del magnate estadounidense John Davison Rockefeller, así como el también apasionado por el periodismo y las ciencias de la comunicación, Edward Bernays, considerados pioneros de las Relaciones Públicas, las raíces de las hoy principales agencias de comunicación corporativa en la República Dominicana han estado vinculadas al quehacer periodístico de quienes las fundaron.
Negar esta quintaesencia o, en el peor de los casos, excluir las competencias periodísticas de la formación profesional de relacionistas o estrategas de comunicación, sumado a señalar un desfase en la metodología, el compromiso y la labor de periodista, causa el falso imaginario de la existencia de diferencias irreconciliables y de la propagación de un pensamiento lineal y no complejo de los escenarios en los que operan instituciones públicas y privadas, y por ende el accionar de la comunicación.
Hoy, más que nunca, es necesario contextualizar la sociedad como espacio macro de la vida empresarial e institucional, a fin de establecer puentes de comunicación que favorezcan articulaciones participativas y cercanas, fundamentadas en la verdad. Y en esto, el periodismo tiene múltiples lecciones aprendidas que permiten el éxito de las tareas de las Relaciones Públicas.
Dicotomía sobre la verdad
La principal dicotomía radica en la verdad, esencia filosófica del quehacer periodístico, motor de una búsqueda metódica y apasionada de los datos, principio máximo para la reconstrucción de los hechos. Hay quienes han levantado fronteras entre las verdades que busca el periodismo y las que muestran las Relaciones Públicas, atribuyéndole a la primera disciplina la urgencia de la verdad total, y a la segunda un abordaje parcial y conveniente. Sin embargo, los casos de éxito que fortalecieron el ejercicio de los relacionistas han estado fundamentados en mostrar todas las aristas que permitan que los públicos construyan sus verdades.
Al expresidente estadounidense Richard Nixon le costó aprender la trascendencia de la verdad. La negación de asumir la realización de espionaje durante su campaña reeleccionista le convirtió en el primer presidente estadounidense forzado a renunciar en 1974, pero dos años antes los reportes periodísticos de los medios, en especial los realizados por Carl Bernstein y Bob Woodward en el Washington Post, fueron rebatidos por el gabinete republicano. Para 1977, otra oportunidad mediática se le presentó a Nixon, durante una serie de entrevistas que le realizó el periodista David Frost. Hollywood ha eternizado la entrevista seriada que mantuvo en vilo a la teleaudiencia con escenas que muestran la búsqueda de los periodistas de datos contundentes para que el entrevistador británico acorralara al político, mientras que el equipo del mandatario renunciante se afanaba con maquillar verdades. Resultado, se convirtió en una segunda derrota.
Posteriormente, los sucesos de Nixon permitieron a relacionistas de los políticos –hoy con todo un constructo teórico denominado Comunicación Política- establecer la verdad como principal mecanismo para responder ante escándalos y crisis de imagen. Es más, no solo es suficiente comunicarla, también convertirse en la primera fuente informativa en informarla. Para muestra, el caso de otro expresidente de EE.UU., Bill Clinton y el escándalo con la becaria Monica Lewinsky.
La industria farmacéutica también ha dado muestras de las ventajas de decir la verdad total como principio de las Relaciones Públicas, asumiendo la razón filosófica del periodismo. El 30 de septiembre de 1982 una serie de informaciones periodísticas reportaron muertes en Chicago ocasionadas por el consumo de Tylenol extra fuerte, en menos de una semana, otros decesos repentinos ocurrieron en California. A través de una estrategia de Relaciones Públicas, la firma Johnson & Johnson pasó de obtener las informaciones de lo que sucedía por los medios a convertirse en la principal fuente de consulta: invita a los periodistas a ser parte del proceso de investigación, les permite apreciar la producción de las píldoras y transmitir en vivo las reuniones de su junta directiva que dirimía en el caso. De esta manera, cada medio, cada periodista, y por ende la ciudadanía, formuló su propia verdad en lo referente a las operaciones de la compañía.
Sobre la efervescencia semántica
Con los nuevos medios digitales, una oleada de palabras obnubilan a los géneros periodísticos de siempre. Sume a esto que al cimentarse estas plataformas en el desarrollo de ciencias y sistemas funcionalistas impera un lenguaje tecnocrático con el predominio del idioma de donde se produce la tecnología.
¿Pero cuáles diferencias tienen la producción de contenidos con la creación de informaciones en los formatos periodísticos de siempre? ¿Acaso el storytelling se aparta de la narración, que bien puede ser un reportaje o crónica en franca mirada hacia la historia humana? ¿O es que para hacer un tuit debemos olvidar que la brevedad debe acompañar a la “nota seca”?
La efervescencia semántica crea abismos y tensiones que una base formativa en periodismo o un ejercicio pleno en la profesión soluciona y logra la ansiada originalidad que se requiere para publicar informaciones en los soportes de la instantaneidad.
Hacer significativo un hecho tiene, por igual, alta dosis de la escritura periodística en tanto que ordena y sistematiza el fondo (los datos, los hechos), pero a través del color, el ritmo, la densidad, la variedad (características del lenguaje periodístico señaladas por Vivaldi (1973), Grijelmo (2015), Bastenier (2001)) da significancia a la forma.
Así, por ejemplo, cuando se habla de realizar post con engagement –a lo que el catedrático Esparza Rodríguez (2014) llama escribir para obtener compromiso- el revival al cual puede recurrirse es a la redacción del periodismo comprometido y vertical del siglo XVIII que narraba a través de sus periodistas las situaciones y acontecimientos en primera persona, soslayando el lenguaje global de la redacción que surge con las narrativas de las agencias noticiosas que se fundamentaron en el embasamiento informativo para difundirlas mundialmente, el cual colocó al sujeto creador de información en un ente supuestamente neutral y objetivo.