Los recientes resultados electorales municipales han puesto en evidencia la falta de reflexión política de la oposición, su falta de tacto y de olfato político para entender el comportamiento del votante y de la sociedad dominicana.
Los argumentos de la oposición frente al desastre electoral, hablan de un “liderazgo” sin capacidad de respuesta socio-política, ni psicosocial, ni socio-económico, para entender a un votante que perdió la lealtad política, la credibilidad del liderazgo y la fidelidad a los partidos.
Los pobres argumentos externados de la interpretación del fracaso electoral, del abstencionismo, y la ausencia de la influencia de líderes dentro de su partido y las comunidades, también expresa la crisis del liderazgo “personalista” y “presidencialista” y manejador de grupos que ya no inciden en la sociedad, ni en los votantes, ni en los sectores conservadores tradicionales. O sea, “los votantes están mentalmente por encima de sus líderes y de los partidos políticos”.
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No es verdad que el dinero, el poder, ni el miedo, son los que determinan el comportamiento del votante para desplazar de las municipales, ni de las presidenciales. Sencillamente, hagan memoria, cómo fue desplazado del poder Balaguer en 1978, o cómo Balaguer volvió al poder en 1986, o cómo se desplazó del poder al PLD en 2020. Los recursos, el control, la influencia de medios de comunicación no determinan la psicología ni el comportamiento de un votante, que ha perdido la fidelidad, la lealtad y el sentido de pertenencia partidario.
Refiere Archie Brown en su libro: El mito del líder fuerte, “el liderazgo político más auténtico es aquel capaz de inspirar a un gran número de personas sin ejercer el poder, ni contar con clientes políticos, simplemente porque les toca las fibras sensibles”
Para el sociólogo Max Weber, existe una ausencia del líder carismático que, por su naturaleza, esos líderes están por encima de los partidos, del poder y de resultados electorales.
El mapa político de un color habla de las decisiones de los votantes para sintonizar con el liderazgo del momento, o de otorgarle el poder a los líderes consonante con la circunstancia favorable. Sin embargo, la deslealtad político-partidaria, la apatía, el votante desechable y la falta de conexión y de reinventarse para poder fluir hacia el poder político va creciendo.
Hace décadas que el mapa político electoral fue blanco, después colorao, después morado, y ahora es azul.
La abstención y la crisis del liderazgo político van en aumento, debido a la ausencia de un liderazgo sin atributos: inteligencia, integridad, coherencia, honestidad, credibilidad, compromiso, lealtad social, etcétera.
Los votantes han demostrado más cerebro que sus partidos, más neuronas que los que apuestan al clientelismo, el populismo y el pragmatismo social.
En los sectores medios y altos con demandas sociales, no influye el liderazgo sin discurso, sin transparencia y credibilidad en el comportamiento político-social.
Al PRM que no apueste solo a circunstancia actuales, se perfila que van a retener el poder, pero deben gobernar centrados en detalles, transparencia y bienestar social, al servicio de los más vulnerables jóvenes y mujeres.
La oposición que revise su hoja de vida partidaria para reflexionar sobre sus propias trampas y su ausencia de un liderazgo creíble y que conecte con la sociedad. Así gana el país, la partidocracia y la democracia. Los votantes han dado respuestas reflexivas y adaptativa a las circunstancias electorales.