Lento pero viene
Poema de Mario Benedetti
Lento pero viene
el futuro se acerca
despacio
pero viene
hoy está más allá
de las nubes que elige
y más allá del trueno
y de la tierra firme
demorándose viene
cual flor desconfiada
que vigila al sol
sin preguntarle nada
iluminando viene
las últimas ventanas
lento pero viene
las últimas ventanas
lento pero viene
el futuro se acerca
despacio
pero viene
ya se va acercando
nunca tiene prisa
viene con proyectos
y bolsas de semillas
con ángeles maltrechos
y fieles golondrinas
despacio pero viene
sin hacer mucho ruido
cuidando sobre todo
los sueños prohibidos
los recuerdos yacentes
y los recién nacidos
lento pero viene
el futuro se acerca
despacio
pero viene
ya casi está llegando
con su mejor noticia
con puños con ojeras
con noches y con días
con una estrella pobre
sin nombre todavía
lento pero viene
el futuro real
el mismo que inventamos
nosotros y el azar
cada vez más nosotros
y menos el azar
lento pero viene
el futuro se acerca
despacio
pero viene
lento pero viene
lento pero viene
lento pero viene
Mañana se celebrarán las elecciones. Candidatos a la presidencia, a la vicepresidencia, al Senado, a la Cámara de Diputados, a los ayuntamientos… han inundado las calles, los medios de comunicación social ofreciendo y prometiendo. Desde hace meses estamos viendo fotos de personajes sonrientes, quienes en sus apariciones públicas gritan (¿mienten?) al mundo todo lo que piensan hacer si reciben el favor del voto.
Durante estos meses de carnaval político, de venta de ofertas electorales y de payasadas de algunos llamados “actores” y “actrices” políticos, he pensado mucho. Me ha dado risa y vergüenza ajena escuchar a la candidata presidencial de un partido que solo existe porque tiene una sigla, hablando de temas serios sin argumento alguno, convirtiéndose en el hazmerreír del público y el motivo cómico para hacer memes y caricaturas tan graciosas como burlescas. Me ha dado pena escuchar a otros candidatos (a vicepresidentes, senadores, diputados y alcaldes) opinando de problemas de los que no tenía ni idea de que existían. ¿Cómo opinar de algo que se desconoce? Hay que tener una careta muy grande para hacerlo.
A pesar del carnaval en que se ha convertido el sufragio dominicano, debemos celebrar que hay estabilidad política y que hemos realizado, desde 1996, elecciones regulares; más aún, que se ha respetado la voluntad popular expresada en el voto. Este hecho es sin duda una fortaleza de nuestra débil democracia.
El ejercicio ciudadano fue una lucha de años. Desde el siglo XVIII, John Locke comenzó a defender el papel de la sociedad civil. Planteaba la necesidad de un Gobierno civil que fuese expresión de la mayoría del Congreso. Después los enciclopedistas comenzaron a pensar en la necesidad de gobiernos que fuesen realmente representantes de la voluntad del pueblo. Poco tiempo después llegó Rousseau quien nos legó el concepto de la soberanía del pueblo. Para este pensador suizo, el gobierno civil debía ser el resultado de la voluntad general, una vez que cada ciudadano, poseedor de un trozo de soberanía, hiciera ejercicio del sufragio, expresión cumbre de la soberanía. Sus ideas, como las de los demás enciclopedistas, calaron en el pueblo. La Revolución Francesa en 1789 fue el resultado del reclamo popular de una transformación de la categoría de súbditos para convertirse en ciudadanos. Fue la ruptura del viejo orden, del absolutismo monárquico.
El sueño de la condición de ciudadanía tuvo que esperar. No fue hasta bien avanzado el siglo XIX que medianamente se alcanzó. Con esfuerzos y muchos años de lucha, se logró que el sufragio fuera la expresión fidedigna y legítima de la expresión de soberanía. El voto, ese simple papel impreso con las caras de los aspirantes, es la materialización del ejercicio soberano por nuestra condición de ciudadanos. Para lograrlo, hubo que luchar mucho. Los hombres fueron los primeros seres hábiles en ejercer el derecho. Al principio existía el “voto censitario”. Eran solo los hombres con profesión y dinero. Los pobres no podían, no debían, alcanzar esta categoría. Después, gracias a las demandas, se aumentó el universo y se consignó el concepto de “sufragio prácticamente universal” para el resto de los hombres-masculinos. A las mujeres, después de grandes e intensos reclamos, se nos otorgó el derecho a mediados del siglo XX. Entonces nació la ciudadanía universal: todos sin distinción de clase social, color, raza o sexo tenían el derecho al sufragio. El sueño de Rousseau de que el pueblo era el verdadero soberano se alcanzó finalmente. Se necesitaron casi dos siglos para que la condición de ciudadanía en igualdad de derechos y deberes para hombres y mujeres fuese una realidad.
Después de constar en la historia, que se necesitaron cientos de años, mucha sangre y muchos sacrificios para alcanzar la ciudadanía universal, una condición que solo existe en occidente, pues existen todavía muchas sociedades que no lo han alcanzado, hay que defender el voto a capa y espada. Por esta razón me hiere, en lo más profundo de mi alma, que ese símbolo tan importante de la democracia, que ese derecho y ejercicio ciudadano de soberanía se convierta en caricatura, en burla, en mercancía… Me duele que para algunos cueste el precio de una comida, para otros el de un empleo, o una oportunidad para enriquecerse. El voto, el ejercicio soberano de elegir, de delegar nuestro poder de manera transitoria a los electos por la preferencia y voluntad del pueblo, debe ser la expresión de la conciencia.
Creo que el votar es un deber y un derecho. Aunque no nos gusten los candidatos, debemos votar. Hay que hacer el ejercicio democrático de nuestro pedazo de soberanía. Hay que echar el voto, aunque nos duela. A veces pienso que debería existir el voto de castigo, para que la ciudadanía exprese, haciendo ejercicio de ese deber y derecho ciudadano, su protesta contra la política vigente. Lamentablemente no existe esa alternativa. Yo voy a votar, aunque no me sienta con ilusión de hacerlo. Lo haré como homenaje a los hombres y mujeres que lucharon para que nosotros hoy día tengamos el gozo de decir que somos ciudadanos de plenos deberes y derechos.
Invito a votar. Vote por quien usted considere que ayudará a mejorar nuestras condiciones de vida. No piense a la hora de emitir su voto en los beneficios personales. Vote con conciencia. Vote pensando en el futuro del país. Vote pensando en sus hijos y en las generaciones por venir.