“Ojo por ojo, y el mundo acabará ciego”.
Gandhi
Sentimos, como deber, escribir estos dos artículos, pues todos somos espectadores, en una gran sala de teatro, de la serie de entrevistas políticas relacionadas con la elección del próximo presidente de los Estados Unidos. De entrada, nos quedamos perplejos ante las exposiciones, carentes de lógica y de sentido común de Donald Trump y Ted Cruz.
En 1912 se dio una situación semejante a este escenario cuando Theodore Roosevelt decidió separarse del partido. La diferencia es que en aquel momento fue una fuerte crisis para los republicanos, mientras que en las presentes elecciones está en riesgo, no solo la unidad, sino también la misma identidad del partido.
Sabemos de posiciones del famoso Tea Party, organización ultra derechista del Partido Republicano, que salió a luz en las elecciones pasadas con protestas vehementes en contra del programa ObamaCare, que pretende cubrir a las personas no-aseguradas médicamente.
De esas personas un 20% no eran ciudadanos estadounidenses, situación que desencadenó una serie de movimientos republicanos en contra de los inmigrantes en 2010, resaltado en una encuesta de Pew en la que un 70% de los republicanos estaban a favor de las deportaciones y tan solo un 30% con un proceso de legalización para los inmigrantes indocumentados en los Estados Unidos.
En Francia, Marianne Le Pen, líder del Frente Nacionalista, tiene más de un 30% de popularidad; en Suecia, las últimas elecciones fueron ganadas por nacionalistas; en Alemania, Holanda y Austria siguen creciendo en popularidad los nacionalistas derechistas.
A esto le agrego una de las posibles causas del éxito de Donald Trump, hasta ahora en las encuestas y los votos. Aunque no sea digno de una posición tan importante como la de presidente, una parte significativa de los estadounidenses han perdido la confianza en los políticos, y esta falta de confianza aumentó, todavía más, en la última década, a consecuencia de la crisis económica y social.
En cuanto a la desigualdad económica y social, un extraordinario trabajo realizado por los profesores Emmanuel Saez y Gabriel Zucman, publicado por London School of Economics, advierte que los ingresos totales ganados por el top 1% de las familias crecieron del 10% en 1980 al 20% a finales del 2012, mientras que la desigualdad de la riqueza creció desde inicios de 1970 de 7% a 22% en el 2012. También plantean que para el 2012 las 160,000 personas más ricas tenían más riqueza que los 145 millones de americanos más pobres. En este entorno, aparecieron los fenómenos Trump y Cruz.
Veamos: Trump no es político, pero como los ciudadanos, cansados de la poca eficiencia política y del obsoleto burocratismo, están dispuestos a votar por él o Cruz. Los que consideran a los inmigrantes causantes de la crisis económica, ellos dos, lamentablemente, su opción.
Iremos todavía más lejos: querer construir un muro entre los Estados Unidos y México suena a risa, pero en una sociedad que ha transmutado el sentido ético, muchos están de acuerdo, aunque saben que no se va construir, pero siguen a Trump porque «la idea no está mal».
Pero existe un peligro semejante con la candidatura del senador Ted Cruz, un conservador de extrema derecha que promete devolver todos los empleos a los jóvenes, excluyendo a los inmigrantes, tanto de condición regular como irregular.
Este candidato ha prometido una guerra en contra del Estado Islámico, pero será llevada en contra de todos los ciudadanos musulmanes, prohibiendo su entrada a los Estados Unidos.
En cuanto a la crisis económica, la visión de Cruz se resuelve con limitar los impuestos a una cuota unánime de 10%, sin importar el nivel de ingreso, dejando de lado el progreso, en términos impositivos, alcanzado en el último siglo, siendo esa una medida en apoyo de la desigualdad y la injusticia social.
En la próxima entrega, analizaremos cómo llegamos a esta situación y cuáles serán las opciones.
Investigadora asociada: Natalia Dorca.