El gobierno local es el espacio de ejercicio de poder más participativo y cercano a la vida cotidiana de la gente. Sus autoridades electas y funcionarios tienen la responsabilidad y la posibilidad de impactar directa y constantemente en el entorno y las condiciones económicas, laborales, educativas, recreativas, medioambientales, de salubridad, seguridad y movilidad de los ciudadanos y ciudadanas.
Aunque la práctica de la clase política dominicana lo desdiga, el ayuntamiento está llamado a ser el centro y el símbolo más fuerte del servicio público, de la gestión cotidiana del bien común. Consciente de este potencial, antes del nacimiento de República Dominicana el joven Juan Pablo Duarte planteaba que el municipal fuera el Cuarto Poder del Estado, colocándolo así a la misma altura del Legislativo, el Ejecutivo y el Judicial.
Por estas y otras razones en América Latina y Europa las fuerzas políticas promotoras y defensoras del bien común dan una capital importancia a la competencia por la dirección de los ayuntamientos o entidades equiparables. Los proyectos electorales de izquierda más importantes de Brasil, Chile, Argentina, Uruguay, Colombia y otros países de la región se han venido desarrollando en las últimas décadas al calor de la conquista y la gestión efectiva de la política de la cotidianidad.
En nuestro país, por lo regular a la cola de los cambios políticos regionales, las fuerzas políticas que se identifican o se hacen llamar alternativas a los partidos tradicionales tienen en las elecciones municipales del 2020 una oportunidad histórica para ponerse al día con la exitosa y realista estrategia de comenzar a cambiar el país grande entrando por la puerta del país pequeño: el municipio.
Como consecuencia de la reforma constitucional del 2010, el 16 de febrero del 2020 los dominicanos y dominicanas serán llamados a escoger en las urnas a 3,862 nuevos funcionarios electos en cargos de alcaldes, vicealcaldes, regidores, directores de distritos municipales y vocales de distritos municipales, los cuales deberán tomar posesión el 24 abril del mismo año, a 22 días de las elecciones congresuales y presidenciales que se realizarán el 17 de mayo. Tomando en cuenta que el padrón de electores sería de alrededor de 7 millones 834 mil personas no hay que ser un genio del cálculo probabilístico para advertir con tiempo que agrupaciones como Alianza País, el Frente Amplio, Alianza por la Democracia y Opción Democrática tienen más probabilidades de conquistar puestos de elección popular en el nivel municipal que en la circunscripción uninominal de la Presidencia de la República o en la disputa de los 221 escaños de la Cámara de Diputados y el Senado (en la actualidad estas fuerzas suman el 0.007% de los cargos municipales en disputa para el 2020).
El tamaño de la población y del territorio de la circunscripción municipal también abre una brecha entre las enormes desigualdades del sistema político electoral. Con excepción de no más de diez ciudades, cualquier candidato alternativo a la alcaldía o al consejo de regidores que quiera realmente competir puede recorrer varias veces su demarcación y tener comunicación directa y personalizada con una parte importante de sus votantes sin necesidad de los recursos que se necesitan en la competencia presidencial o provincial. El circuito único de medios locales de comunicación también es relativamente más barato y efectivo que el de alcance nacional o provincial. En todo el país la gente prioriza la radio local, la televisión local y las páginas de redes sociales que comunican sobre la vida cotidiana de su comunidad, además de que se mantienen espacios y formas de socialización tradicional muy efectivos, como el parque central, la parroquia, los templos evangélicos o “Radio Bemba”.
En cuanto a las dificultades o trabas para la competencia en los municipios se pueden citar las inherentes a todo el sistema político electoral dominicano y observar dos fundamentales que fácilmente pueden superarse con un poco de claridad, voluntad y disposición de trabajo conjunto por parte de las llamadas fuerzas alternativas.
En las campañas por las alcaldías y juntas de distritos se compite cara a cara contra la cultura del clientelismo, el uso ilegal de los recursos públicos y, en muchas ocasiones, contra el intenso poder de candidatos y maquinarias tradicionales abiertamente financiadas por el narcotráfico, los dueños de bancas de apuestas y grandes comerciantes y hacendados interesados en participar de la dirección del gobierno local o al menos de su departamento de Compras y Contrataciones. En este nivel también es importante el arrastre de las candidaturas presidenciales de los partidos y la fortaleza del liderazgo local que dirija la gestión saliente. Si hay mucha basura, desorden inusual o escándalos muy grandes en nuestros municipios la población fácilmente barre con las aspiraciones continuistas de hasta Dios bajado del Cielo. Los casos de Gilberto Serrulle, en Santiago, Félix Rodríguez, en San Francisco de Macorís, y Raúl Mondesí, en San Cristóbal, son claros casos recientes.
Un ejemplo de un proyecto alternativo de altísimo desempeño fuera de las boletas de los grandes partidos ha sido el de Manuel Jiménez y el Frente Amplio en Santo Domingo Este. Con todo y el tollo electoral del 2016, en el municipio donde desaparecieron las urnas y la Junta Electoral prohibió la participación de los opositores en el reconteo, a Manuel Jiménez le contaron 82,000 votos (el 22%), convirtiéndose en el principal competidor del oficialista Alfredo Martínez y marcando una clara distancia de los aspirantes del Partido Revolucionario Moderno (PRM) y el PRD. Manuel Jiménez es un político de sobrada experiencia que vive hace más de treinta años en su municipio y conoce al dedillo la realidad de su circunscripción. Y a pesar de su ventaja comparativa frente a otros opositores (con actas en mano mantiene la denuncia del robo de más de 107 mil votos), el prestigioso cantautor y exdiputado trabaja todas las semanas en la agenda de sus regidores en el Ayuntamiento de Santo Domingo Este y se mantiene haciendo una oposición pública permanente a las irregularidades cometidas desde la Alcaldía y la Sala Capitular. Comenzó a preparar su equipo y estrategia de trabajo para el 2020 antes de finalizarse el 2016, con cuatro años de antelación. Si el estudio de la realidad, la planificación y el trabajo dan resultado, Jiménez parece ser la opción alternativa mejor encaminada hacia la contienda municipal venidera.
La confianza y el tiempo
Los dos grandes desafíos que el sector progresista podría superar y convertir en oportunidades con un poco de claridad y verdadera voluntad de ganar puestos de elección popular en los ayuntamientos son la falta de confianza de la ciudadanía y el poco tiempo que queda para colocar en la mente de los votantes propuestas partidarias y candidaturas con mínimas posibilidades de competir.
La falta de confianza afecta a todos los partidos del sistema, y aunque los que se dicen alternativos no son los principales responsables de este problema, sí son sus más afectados. Según los resultados del estudio “Imaginar el futuro: Ciudadanía y Democracia en República Dominicana” (2017), el Partido de la Liberación Dominicana (PLD) cuenta con un nivel de confianza de 45%; el PRM con 20.3%; el PRD 6.5% y los partidos minoritarios 7.3%. La confianza y la forma en que se construye es un tema amplio que amerita un análisis separado. Pero sí podemos concluir que es imposible ganarse la valoración positiva del electorado de una demarcación municipal presentando propuestas y candidaturas tres o cuatro meses antes del día de las elecciones, solo con un discurso lleno de descalificaciones contra los adversarios y promesas de honestidad. Esa dinámica propia del conflicto de “bolos y coludos” de principio del siglo XX hoy es poco efectiva para construir confianza. Comenzar , por ejemplo, a conversar con la gente, a construir y defender una agenda de bien común dentro del municipio traería de seguro mejores resultados.
Por otro lado, a estas alturas el tiempo para construir confianza y dar a conocer entre el electorado proyectos y candidaturas municipales alternativas y con posibilidades de ganar es ya muy poco. Lo primero es que partidos o proyectos como Alianza País, APD, Frente Amplio y Opción Democrática son muy poco conocidos, y si formaran una plataforma común, que sería lo más racional, tendrían que dedicar importantes esfuerzos para dar a conocer el nombre y los significados de esa plataforma. En el caso de la población más joven, según grupos focales y encuestas diversas, los votantes ni siquiera saben que existen esos partidos, no los identifican por sus nombres, ni por sus colores ni por sus dirigentes. La referencia más sólida que algunos jóvenes encuentran está en el nombre y la imagen de Guillermo Moreno y Minou Tavares Mirabal, pero por lo regular no conocen sus partidos ni a nadie más de sus equipos de trabajo. Este desconocimiento o inexistencia es lo que debió obligar a definir una estrategia de intervención pública y de contacto con la gente para comenzar a ejecutar a principios de 2018, porque la primera condición que debe tener una opción de cualquier tipo para ser beneficiaria de una elección es existir, estar en la mente de la persona que elige. Y, lamentablemente, las llamadas fuerzas del cambio democrático están más en las páginas de los periódicos que en la mente de la mayoría de los dominicanos y dominicanas.
Por estas razones es que 2018 y los primeros meses del 2019 constituyen el único espacio de tiempo disponible para hablar con la gente antes de que se activen las maquinarias multimillonarias de los partidos tradicionales. Cuando los grandes partidos, los narcos, los banqueros y los representantes de empresarios salen al ruedo de la campaña el ambiente se satura y las posibilidades de una candidatura alternativa se reducen por la inequidad propia del sistema, además de que se fortalece la actitud racional de los votantes que dicen: “Todos son iguales. Solo se aparecen en campaña a pedir el voto y después no se les ve ni la matrícula. No les importa esta comunidad”.
Evitar saltos al vacío
Cuando dentro de organizaciones llamadas progresistas se llega a la conclusión optimista de que el problema de la falta de tiempo se puede resolver conformando candidaturas con “lo mejor de la comunidad”, con liderazgos ciudadanos que ya tienen proyección y que solo necesitan una buena boleta para competir se ignora la realidad o deliberadamente se ponen a un lado los datos de los estudios recientes y los resultados de la experiencia. Un liderazgo social en un municipio o una comunidad no necesariamente es visto y valorado como una buena propuesta electoral, así como tampoco hay garantía de que la mayoría de la población votante lo conozca. Los liderazgos comunitarios suelen ser eso, parte de la élite política que se relaciona e interactúa con otros ciudadanos y liderazgos activos políticamente. Los muchachos y muchachas del liceo que comenzarán a votar en el 2020 de seguro no le conocen ni le van a conocer porque están más atentos a los nuevos videos de dembow colgados en YouTube que a los comentarios y debates del programa de noticias y análisis que se transmite por la emisora o el canal de cable del pueblo. Tampoco los trabajadores y trabajadoras formales e informales se dedican a hablar y valorar los liderazgos sociales del municipio cuando después de la jornada se sientan a bajar un par de frías en el colmado de la esquina o en la disco repleta de humo de hooka. Todos los militantes políticos del llamado progresismo y los dirigentes sociales que aspiran a participar en las elecciones del 2020 deben saber que, mientras más tarde se defina el proyecto común, sus contenidos y candidaturas locales, más grande y amargo será el fracaso al que podrían ser arrojados. No es responsable echar toda la culpa de la derrota a los vicios del sistema y a la maledicencia del oficialismo. Revisemos si las excusas son mayores o menores que las razones para comenzar a construir de inmediato la plataforma electoral alternativa para las elecciones municipales, legislativas y presidenciales del 2020. Si las razones resultan mayores que las excusas, entonces es hora de definir todos los detalles de participación en las elecciones municipales, que, dependiendo de sus resultados y su impacto en el imaginario del electorado, podrían ser la llave para abrir mediante alianza la puerta del cambio en el Congreso y en la Presidencia de la República tres meses después. ¿Comenzamos ahora o nos excusamos? La respuesta determinará si superamos o no el 0.007% de participación que actualmente tienen las principales fuerzas políticas progresistas en la gestión municipal de República Dominicana.