Las relaciones entre el fenómeno electoral y la cotidianidad de los barrios son interactivas y duales. Las elecciones parecen ser un fenómeno coyuntural en la medida en que responden a un período determinado de la vida política del país. Sin embargo, su temporalidad no está marcada solo por los acontecimientos político-partidarios sino que se extiende y se mezcla con la cotidianidad de los barrios extendiendo y reforzando prácticas políticas, sociales y culturales en los mismos.
En los sectores populares, a diferencia de los estratos medios, las elecciones impactan la vida cotidiana tanto en la campaña, como en el proceso de votación y post-votaciones. Las dimensiones de relaciones entre la cultura barrial y las elecciones podemos identificarlas en distintas dimensiones. Algunas de ellas son:
Contenido de fiesta –evento. Las elecciones tienen un cierto contenido cultural de fiesta. El contenido de fiesta de las elecciones está marcado por su carácter recreativo, su relación dual con la alegría y la tristeza, así como su contenido eventual y grupal. El movimiento de dinero, bebida, pica-pollos que se produce en la campaña refuerza este carácter recreativo y lúdico de las elecciones a la vez que conecta con una práctica intrínseca de la cultura popular, la festividad.
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Peso del “dinero fácil”. Para moradores de los barrios, las elecciones generan dinero, resuelven problemas coyunturales y disminuyen precariedades. Este movimiento de dinero asociado a prácticas clientelares y de corrupción tiene poco peso en la decisión del voto. Si bien se reconoce que el movimiento de mucho dinero en candidatos y candidatas a distintos puestos está probablemente vinculado a actos de corrupción, no se renuncia a su recepción ni a la posibilidad de que “mientras más dinero me dé un candidato más probabilidades tiene de que vote por él”.
Redes sociales y favores en el circuito electoral. El proceso electoral está permeado de redes sociales informales que son el sostén del tejido social. Las decisiones sobre por quien votar están permeadas no solo por la recepción de dinero y las transacciones económicas que se realizan en la campaña y en el momento del voto sino también por las relaciones primarias, compadrazgo y obtención de favores que bañan los circuitos micro-políticos en barrios y comunidades.
La complejidad del fenómeno electoral está en su reforzamiento de círculos y prácticas sociales que tienen mucho peso en la cultura popular y que se convierten en barreras para el ejercicio ciudadano y el voto consciente. Las dinámicas político-partidarias favorecen que estas barreras se acrecienten dificultando así procesos de cambio en las prácticas ciudadanas que deben producirse para el fortalecimiento de la democracia.