PEDRO GIL ITURBIDES
El editorialista de HOY cuestiona desde diversos ángulos la contratación de dos plantas de generación eléctrica a carbón mineral. Entre las inquietudes que animan la voz del periódico se encuentran el origen de los fondos que aportará el Estado Dominicano y la contratación grado a grado con los inversionistas. Pero son muchas otras las razones que el periódico esgrime a lo largo de su planteamiento sabatino bajo el título de ¿Por qué la prisa?.
Sí, ¿por qué la prisa? El carbón mineral es un combustible menos costoso que el petróleo. Pero desde hace más de medio siglo comenzó un proceso de abandono de su explotación y uso en Europa, continente que lo tuvo por siglo y medio como flama de la producción y el transporte. Alemania ha rescatado las viejas minas para albergar negocios turísticos, y convertido las antiguas zonas mineras en jardines y bosques. Para limpiar el ambiente.
Y es, justo en los tiempos en que quienes inventaron las calderas abandonan el combustible con el que las movieron, cuando nosotros recurrimos al coke.
¡Bendito sea el Señor! Lo que ocurre, señor editorialista de HOY, es que nos agrada que nos digan que tenemos un Estado fallido. No porque estemos retornando al carbón mineral, pues ello no es pecado con el petróleo caro.
Nos encasquetan este término por la incapacidad de la clase gobernante para sostener políticas que propicien la madurez de la Nación y la coherencia en el desempeño de los gobiernos. Y como nos encanta alentar al vecino morboso, anunciamos estas operaciones electrofallidas, que cuestiona el editorial de
HOY. Y para colmo, las apadrina el mismo equipo humano que capitalizó la Corporación Dominicana de Electricidad (CDE).
¿Cómo explicar este paso del cangrejo que no sea admitiendo que el Gobierno Dominicano es un gobierno que falla, que falta a sus propias políticas?
¿Cómo justificar este proyecto sino a partir de sofismas y retruécanos que, son, en buena medida, recursos extremos de quien falla y falta?
Las mismas personas -los mismos nombres, los mismos rasgos fisionómicos, casi los mismos puestos públicos- tratan de convencernos de las bondades de que el Estado Dominicano adelante recursos para montar estas plantas. ¡Oh, bendito sea Dios! ¿Y sus esfuerzos para convencernos de que era más fructífero para todos el despojar al Estado y permitir que capitales privados manejasen la propiedad de la CDE? ¿Y si desposeyeron al Estado porque ello era económica y políticamente aconsejable, para qué meterlo, otra vez, en este negocio?
Por el anhelo de evitar los apagones, somos capaces de aplaudir este intento. De hecho, ellos se han convencido a sí mismos de que todos somos tontos y que pasaremos por alto estas incoherencias. Pero he aquí, que desde fuera nos miran sin las urgentes necesidades que nos acucian. De manera que
pueden ser más fríos y objetivos. Y es entonces que se nos dice: ¡son dueños de un Estado fallido! ¡Sus gobiernos faltan a sus obligaciones esenciales, cuales son la satisfacción de las necesidades de su pueblo y la búsqueda del bien común! ¿Y qué podemos decirles?
Podemos ripostarles con las argucias que lo hemos hecho. Aunque, en realidad, son nuestras formas de actuar, el proceder de quienes nos gobiernan, la incapacidad para buscar esquemas de equidad, justicia y libertad, las que dan pie a que nos apliquen los sambenitos que nos endilgan. Y operaciones mostrencas como las que cuestiona el editorialista este sábado anterior, son el combustible de que alimentan sus juicios, aquellos que nos enrostran nuestras faltas. Y nuestros fallos.