Eligio Pichardo su magia y su pintura de espanto

Eligio Pichardo su magia y su pintura de espanto

El arte de Eligio es una
aventura de trópico
exhausto, reencuentro del
hombre sin caminos ni
cielos, preso en el negro
carruaje de la vida misma;
esa la que te toca maldecir
y malvivir, friolento estado
de la subsistencia,
máquinas humanas de
oscuro destino, amasijo de
frustración, tedio y
resignación.

Eligio se asomó al mundo del arte con una curiosa y personal actitud que fue el trasfondo de un aguerrido testimonio que colmó de por vida un doloroso trayecto de amargo sentir y honda preocupación social.

Ese siempre compartir con el lado triste de la vida, con la inmensa pena de un existir pobre, a la vez resignado y tierno, fue minando su alma gemela de artista y hombre sensible, provocando una actitud de congoja y rebeldía en el más profundo rescoldo de su empeño solidario y noble, que rebosó de espanto y magia su más inmenso deseo de contarle al mundo la pena, el dolor, el amor y la verdad que lo agobiaba.

Con la más firme actitud y el más sincero quehacer se gesta, se dice y se cuenta la más noble aventura del más hermoso concebir de una pintura personal, triste, fuerte, hermosa, ingenua y crítica.
Su pintura estructural, con descuido propio del tema a tratar, transita entre la más informal intención y el más sobrio espectáculo de parco color, férreo, ocre, tierra, que apenas cubre y deja al descubierto un firme dibujo que diseña forma y estilo que señala con firme certeza ese personal concepto de hacer arte.

La pintura de Eligio es una alegoría del más hondo sentir de ese retazo existencial que vive y padece el olvidado, triste y marginal barrio.

Narrador y valiente testigo de las cosas y los seres que herían su alma de translúcido fulgor. Espíritu lacerado por la angustia, mientras pletórico de deseos de bien.

Pintor del grito de alerta, pintor de la denuncia, artista que resume el dolor y la pena de un arte espléndido con la limpia actitud de no callar la desigualdad y la injusticia.

Arte crítico, con insólita calidez, todo en su decir, no especulaba; decía y contaba con la fuerza y destreza de su verdad, verdadera fuente del más esplendoroso arte. Pintura de las mil vertientes, todas consagradas en un destino único; el hombre empobrecido al margen de la vida grata. Abrazos partidos en lucha feroz con el infinito deseo de ser feliz.
Angustia permanente en el diario latir de su acongojado corazón. Triste aventura abrazada a una canción tierna, un canto a la nostalgia.

La magia de Eligio como artista fue suficiente para contarle al mundo, como con la más espléndida expresión de un arte universal cargado de amor, resabio, odio quizás, amor y dolor, la triste historia del hombre sin destino, rumiando su miedo, su enojo y su tristeza.

Rostros lacerados, caras feas y deformes, marcados rasgos que delatan la insólita aventura de unos seres de sórdida expresión, olvidados por el hombre y por los cielos. Así son los tristes y desamparados ángeles de Eligio.
Los modelos de Eligio son cosas y seres, son retazos de la fealdad del mundo. Sacrificio del CHIVO, tristes buhoneros con cierta fe en su incierto destino.

Juego de niños con ojos tristes y melancólica mirada, danzando alrededor de una figura austera, bronca y desaliñada, sin dudas de la misma extirpe de esa raza dolida y maltrecha que comparte con ellos su ingenua actitud infantil de sueños inconclusos.

Cierta es la pintura de Eligio; sustento de un arte valiente, auténtico; con esa firme actitud sincera y que no calla mentiras ni esconde verdades.

Cuadros concebidos con el más aguerrido tono expresionista, deformes, equilibrados, con el claro mensaje ensamblado en sus entrañas. Color parco, táctil, ilustrando tortuosos senderos, huella permanente que nos dice la historia que nos quiere contar nuestro artista. Historia de la cara sucia del mundo, esa cara con acuciosos ojos que nos muestran con desdén y vieja costumbre el maltrecho hogar, posada de los personajes de Eligio, fecundo asidero de la obra maestra de nuestro artista.

Eligio terminó sus estudios de pintor y escultor en la Escuela Nacional de Bellas Artes de Santo Domingo. Luego afinó sus conocimientos como becado en la famosa Academia de San Fernando en Madrid. Allí, con el tiempo necesario, acarició el saber académico de ilustres y capacitados profesores de arte. Fue el tiempo de formas tradicionales de la figuración realista y conceptual de la más clara forma tradicional, fruto del criterio académico que primaba en ese excelente centro de aprendizaje. Allí las formas eran propias de una visión realista y figurativa de los seres y las cosas. Todo estaba someramente en su lugar. Esas enseñanzas crearon rigor, confianza y una base de conocimientos que fue el incentivo que conformó en la conciencia artística de Eligio, la firme creencia de seguir su clara vocación de pintor.

Al regreso a su terruño, todo cambió. Un mundo nuevo asentó su mirada y en cálido sentir de espíritu creador, los elementos formales y realistas empezaron a deformarse trastocando lugares, apariencias y aquella impresión de las formas enseñadas, fueron transitando por otros destinos y la expresión informal tomó las riendas de su quehacer.

Otro panorama ardía en sus entrañas. Caras deformes, ropaje insólito vestían sus seres creados; un mundo pobre y desvalido pobló su manera de disertar. Miseria y pobreza, fealdad, angustia, gemidos y una auténtica tristeza, espejo donde fijó su mirada, conformaron el renacer de un nuevo pintor, diferente, con una nueva estética, con un nuevo sentir, con un nuevo dolor, había nacido Eligio Pichardo.

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Eligio dejó heridas permanentes y huellas para siempre al transitar por el escabroso camino de su vida de artista.

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Nuestro pintor es comensal junto a importantes pintores de nuestro país, invitado de honor, privilegiado, intransferible artista, con ese sentir compartido con Gilberto, Giudicelli, Ramírez Conde, Oviedo, almas gemelas preocupadas por un mundo mejor.

La genialidad de los exquisitos pintores expresionistas Ensor, Soutien y Bacon y la osadía formal y conceptual de Eligio compartiendo su agria y cruel poesía, tortuosas formas que llenaron al mundo contemporáneo de inquietud.

Nos dejó todavía joven y todavía ansioso con muchas más cosas que contarnos en ese extraño decir de su magia y su pintura de espanto.

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