El 19 de mayo de 1967, el general Ramón A. Soto Echavarría, jefe de la Policía Nacional, se dirigió al presidente Balaguer para ponerlo al tanto de que en la sección Blanco Arriba, del municipio de Tenares y lugares aledaños había gran cantidad de hombres que transitaban de diez en diez, lo que hacía presumir al jefe policial que estos tramaban “sublevarse en las montañas”.
Agregaba en un memorándum que “el nombrado Moncho Ramos, de filiación comunista, visita esos lugares en compañía de dos sujetos más” por lo que Soto Echavarría entendía que estos llevaban informes a los supuestos sublevados. Al momento de trabajar en estos reportes se trató de averiguar sin éxito quién es o era “Moncho Ramos”.
El encargado de Operaciones Especiales de Salcedo investigaba el caso.
Un día antes el oficial había remitido otro informe a Balaguer comunicándole que de viernes a sábado aterrizarían dos avionetas, una en la Sabana de “Chapuey” y otra en la Sabana de Hatillo, jurisdicción de Cotuí, cargadas de armas procedentes de las islas Bahamas.
“Esas armas”, agrega, “llegaron de esas islas en la goleta cubana Santa Rosa de Lima”.
Soto Echavarría recibió esos datos de la inteligencia policial de Nagua.
El tema de las guerrillas estuvo presente en casi todos los documentos secretos de esos dos meses, con mayor intensidad que la eliminación física de Balaguer, el Golpe de Estado, la trama de Luis Amiama, los secuestros, las movilizaciones estudiantiles y otros actos terroristas, como los definía la jerarquía militar de entonces.
En una nota del 10 de mayo se afirma que una patrulla del Ejército Nacional realizó una inspección en Sabana Consuelo, Nagua, donde operaban “los guerrilleros” encontrando enterradas en un rancho abandonado las propiedades y armas “detalladas a la vista”. Lamentablemente este expediente está incompleto.
El 6 de mayo, el general Enrique Pérez y Pérez, secretario de las Fuerzas Armadas, escribió a Balaguer notificándole la muerte de un guerrillero que no identifica. La información se la proporcionó al ministro el general Juan Esteban Pérez Guillén, jefe de Estado Mayor del Ejército Nacional, quien a su vez la recibió del teniente coronel Usino Osvaldo Guzmán Liriano, desde Nagua.
“A las 10:30 p. m. de ayer (5 de mayo) una patrulla hizo contacto con un guerrillero, quien le fue encima armado de un machete, por lo que la citada patrulla le disparó causándole la muerte”, consigna Guzmán Liriano.
Además de los alzamientos citados, y como para estar a tono con el tema del momento, el general Elías Wessin escribió el 5 de mayo desde Miami, Florida, un Informe Confidencial a Balaguer, dando cuenta de que en la cordillera de Los Andes había un promedio de 20 a 25 mil guerrilleros debidamente armados y entrenados y que “desatarían su violencia” en el momento que considerasen oportuno. “Esto estallará simultáneamente en todos los países, con terrorismo en las ciudades y guerrillas en las montañas”, significaba.
Agregaba que en Bolivia operaban de cinco a mil insurrectos que coordinarían sus operaciones y “se desatará en ese país una verdadera guerra”. Wessin ofrecía esos alertas al mandatario “para que nuestro Gobierno tome las medidas necesarias a fin de impedir cualquier alteración de la paz pública en el futuro próximo”.
Vigilando a Caamaño y a Bosch.- El 5 de abril, en la Secretaría de las Fuerzas Armadas circulaba un “Diario” que detalla los movimientos de Francisco Alberto Caamaño, Juan Bosch, Ramfis Trujillo, Pedro Mir Valentín, Manuel Antonio Cuervo Gómez, Augusto Lara Matos, José Caonabo Fernández González, Virgilio García Trujillo, María Estela Catrain Gautier, Manuel de Jesús Cabrera, Vicente Vélez Chirivella y personalidades políticas extranjeras con quienes se reunían en Madrid, Barajas, Roma, Valencia, Córdoba, Granada, Benidorm, Aluce, Cuenca, Albacete, Sevilla, Niza, Talavera, Valladolid, Ámsterdam, Valencia, Stuttgart, entre otros lugares.
Comienza informando que Caamaño desplegaba “una intensa actividad política con vistas a las futuras elecciones dominicanas”, que Rafael Trujillo (Ramfis) lo apoyaba económicamente y que Juan Bosch actuaba “como cerebro gris”. “Solo hay entre ellos una disidencia, la de que Bosch no acepta la financiación de Trujillo”.
Añade que Bosch captaba y aglutinaba estudiantes dominicanos residentes en España, “incluso en el grupo comunista que dirige Justo Tavárez”. Resalta la llegada a Madrid el 7 de marzo “del dirigente comunista dominicano Pedro Mir Valentín, intelectual pro-castrista que actuó en la subversión de Santo Domingo en mayo del 65”.
Cita a los agregados militares en Madrid Cuervo Gómez, Lara Matos y Fernández González, a los que califica de pro-caamañistas y destaca las relaciones del teniente coronel Caonabo Fernández con Ramfis y con Caamaño, por lo que lo destituyeron del cargo. Se fue a Nueva York, afirma.
Menciona encuentros de Caamaño y de Juan Bosch con Luis María Chafardt Urbina, exembajador de Venezuela en República Dominicana; con Aníbal Dao, dirigente de Acción Democrática y excanciller de Venezuela, entre otros.
Informa de un viaje de Caamaño y Bosch a Roma y de las ausencias de Fernández González, Lara Matos, “Demorizi”. También da cuenta de un viaje de Bosch a Benidorm “acompañado de Herrera Marín”.
“De Virgilio García Trujillo se sabe que ha comprado dos pisos por Aluche”, señala y apunta que “En Benidorm se han unido la familia de Bosch con la de María Estela Catrain Gautier” y cuenta de recorridos de Juan Bosch y Caamaño por provincias españolas.
Después de reportar un viaje de Bosch a Niza y de otros pormenores de los militares informa que “se relaciona la familia Caamaño con la de D. Vicente Vélez Chirivella y con la D. César Arderius García-Carralero, militar retirado e inspector de Información y Turismo”.
El 1 de abril “regresa Juan Bosch de Stuttgart acompañado de un súbdito dominicano cuya identidad se desconoce” y el diario, sin remitente, concluye el 4 de ese mes asegurando: “Caamaño se encuentra enfermo en cama”.
El líder de abril no representaba amenaza, por el momento, para las guerrillas “comunistas” y tampoco para las supuestas tramas de Amiama y de los yanquis. Tampoco lo involucraba Víctor Hidalgo Justo en el amplio informe confidencial en que describe, alarmado, la intención de la Unión de los Estudiantes Revolucionarios (UER) de convertir los liceos “en verdaderos centros de adoctrinamiento marxistas-leninistas”. Casimiro Castro seguía postrado en Panamá y no se especifica por qué Balaguer se mostraba tan interesado en la evolución de tan importante paciente, entonces senador de la República.