‘En agosto nos vemos’, de García Márquez, la belleza en la imperfección

‘En agosto nos vemos’, de García Márquez, la belleza en la imperfección

Por: WINSTON MANRIQUE SABOGAL

Aciertos y desaciertos de la novela póstuma del escritor colombiano. Una historia corta de igualdad sobre una mujer casada y su descubrimiento de sí misma a través del deseo, la pasión, el sexo y el amor
“En agosto nos vemos”, de Gabriel García Márquez, su novela póstuma, que pidió que fuera destruida por no alcanzar su nivel estratosférico de perfección, tiene una temática admirable, pero un desarrollo irregular, eso sí, dentro de una liga donde él es el mejor y se le exige de acuerdo a su dimensión. Donde relampaguea la belleza de su mundo literario hasta conmover. Una novela desigual, pero donde un solo párrafo de su genio vale todo el libro, y muchos libros enteros de muchísimos escritores.

“En agosto nos vemos” es una de las obras más terrenales, hondas y políticas del Nobel colombiano, y con la que salda una deuda: dar el protagonismo absoluto a una mujer, como si de la historia de un hombre se tratara en tiempos hegemónicos. Las mujeres están presentes en toda su literatura y son decisivas en los múltiples ámbitos de la vida, no sólo la ordenan y se atreven a tomar la iniciativa de los sentimientos, sino que en sus manos suelen estar los destinos de los mundos en los que habitan.

García Márquez (murió a los 87 años, 1927-2014) siempre situó a la mujer en el centro del universo emocional y de la inteligencia, conocedora de los territorios sentimentales e incluso sexuales, sabedora de sus poderes y de su ascendencia sobre los hombres en este ámbito. No en vano se crió en medio de mujeres, abuela, tías, vecinas.

En esta novela de setenta páginas García Márquez supo ver el rumbo que tomaban las mujeres en su camino a la libertad, hacia sí mismas. Da vida a una mujer culta y felizmente casada, hace 27 años, hasta que descubre el deseo de deseo y de sentirse deseada, y conocido este quiere ver hasta dónde puede llegar. Un ser humano que camina curioso e inquieto, hasta impulsarse sin ataduras, sin prejuicios, bajo su absoluta soberanía.

Es la vida de Ana Magdalena Bach, claro homenaje a la segunda esposa del gran compositor barroco alemán, que un día va a poner gladiolos a la tumba de su madre en una isla del Caribe y al regresar al hotel su vida cambia tras tener una aventura con un hombre. Es el inicio de su búsqueda y viaje emocional, sensual y sexual. Vital y existencial.

Es el descubrimiento y la exploración de los yoes que somos, de los yoes que aguardan por nosotros. Y, conocidas esas posibilidades, de cómo ella intenta cambiar su destino y tomar las riendas.

Ana Magdalena Bach refleja el anhelo de la mujer de toda la vida, pero que por las circunstancias culturales de una hegemonía patriarcal no podía expresarlo. El escritor recuerda que ellas piensan, sienten, desean y aman igual que un hombre. Así convierte a su protagonista en una mujer de estos tiempos, los de la transición de la cultura hegemónica dominada por el varón, entre la cotidianidad de una persona casada y, razonablemente, feliz, pero que, de pronto, siente el impulso de seguir su pasión. Y tras vivir aquello, y querer repetirlo cada 16 de agosto, cuando va dejar gladiolos en la tumba de su madre, García Márquez recrea de manera acertada el limbo emocional que se fragua en el alma y la conciencia de esa mujer como resultado del peso del pasado cultural: la acecha la culpa, la desvela, la agobia, cambia ella, la vida ya no es la misma, aunque quiera mantener las apariencias ante su marido. El narrador no juzga, cuenta, y cuenta cómo ella, por ejemplo, se debate “entre el decoro y la tentación”. A pesar de esas fisuras, la fuerza de su deseo de exploración y encuentro consigo misma es más fuerte.

Amor, deseo, pasión, sexo. En el orden que se quiera, están alineados y se pueden interrelacionar, pero no son excluyentes. Desear a otra persona, no quiere decir que queramos menos a la pareja.

García Márquez empezó a escribir En agosto nos vemos en los años noventa y habría trabajado en ella hasta poco antes de 2010, cuando el alzheimer avanzó. Lo que está claro es que el 18 de marzo de 1999 leyó el primer cuento de un proyecto literario que, dijo, incluiría otros cinco relatos entrelazados, pero autónomos al mismo tiempo. Al final, dio prioridad a sus memorias, Vivir para contarla (2002), y a su novela corta Memorias de mis putas tristes (2004).

El escritor supo que no podría seguir escribiendo, según contaron sus hijos en la rueda de prensa de presentación de la novela, cuando empezó a no acordarse de los sueños de la noche anterior, pues esos sueños eran sus mejores consejeros literarios.

Eso en cuanto al tema. En lo referido al cómo, “En agosto nos vemos” es irregular, dentro de la dimensión García Márquez, donde es único, encantador y brillante. Tiene momentos luminosos, la belleza de su prosa y la alquimia para combinar palabras y producir un efecto cautivador en fondo y forma valen todo el libro.

El García Márquez menos bueno, dentro de su propia liga, es infinitamente mejor que lo mejor que escriben la mayoría de los escritores. Su genio, sus destellos lingüísticos, su capacidad descriptiva y su encanto innato para embrujar al lector son inigualables, pero aquí ese milagro no se sostiene todo el tiempo. Ya es mucho que en su situación hubiera escrito esto y sostuviera el milagro, línea a línea.

“En agosto nos vemos” no esconde su origen de cuento. Y se nota que los seis capítulos fueron escritos en momentos distintos. La fluidez de la narración se frena por momentos. Falta afinación en algunas oraciones. Hay frases y significados ya trillados por él en otros libros. Por momentos parece ir a remolque. Algunos personajes no logran una evolución clara y están más esbozados que otra cosa.

“En agosto nos vemos” es un homenaje a la música y al placer de sus efectos emocionales y físicos en el baile y, además, a la literatura, por la decena de libros citados. Desde ese primero que aparece de Drácula, de Bram Stoker, con el que, acaso, quisiera decirnos que amor-deseo-pasión-sexo es una historia de miedos y fantasmas, y que, precisamente, en esas tinieblas está su atractivo.

Por qué se publica la novela

Tras la muerte de García Márquez, el 17 de abril de 2014, sus herederos vendieron los textos del escritor al Harry Ramson Center, de la Universidad de Texas, en Austin. Cuando murió su esposa Mercedes Barcha, el 15 de agosto de 2019, sus hijos Rodrigo y Gonzalo García Barcha recordaron esa novela que su padre había pedido que destruyeran. La volvieron a leer y consideraron que era digna representante de su obra. Que podría ser un bonito colofón, por el tema tan actual y justo, y porque estaba bien escrita. Piensan que, tal vez su padre, en manos ya del alzheimer, había perdido la capacidad de juzgar su propia obra. Además, él, también, les dijo que hicieran lo que quisieran.

Y lo que hicieron fue compartir esta historia en un libro con un prólogo de motivaciones sobre por qué desobedecieron la voluntad de su padre, ordenar lo escrito por García Márquez sin añadir una palabra y mostrar cuatro páginas facsimilares del original, desvelar la carpintería de un artista de la literatura.
Este “En agosto nos vemos” es el resultado de cinco versiones que dejó García Márquez con apuntes y observaciones. La edición estuvo a cargo de Cristóbal Pera, antiguo editor suyo, y hoy en la editorial Planeta Estados Unidos. La novela llegará a más de treinta idiomas. Es el legado de una historia que en el corazón de su temática, el deseo, la pasión y el amor femeninos, la conecta con obras como El amante de Lady Chatterley, de D. H. Lawrence, e incluso con un pasaje clave de Relato soñado, de Arthur Schnitzler. Es la novela número once en su publicación, pero, quizás, la número diez en el orden de su escritura. Si bien “En agosto nos vemos” no supera lo anterior del mundo garciamarquiano, un reto casi inalcanzable, lo recuerda, lo estremece y lo enriquece. Resulta inevitable preguntarse qué habría pasado con esta historia si la peste del olvido no hubiera alcanzado al escritor colombiano. Y esta novela, no hace falta que se diga que es feminista, porque en la obra de García Márquez la mujer siempre ha estado reflejada en su tiempo y con el «poder» dado con todas sus vicisitudes, como se ve en títulos que van desde Isabel viendo llover en Macondo, Cien años de soledad y El amor en los tiempos del cólera y que da un pasó firme en este “En agosto nos vemos”.

(Este trabajo fue publicado originalmente en la revista digital WMagazín).

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