Ciudadanos de la República Dominicana, entre otras nacionalidades latinoamericanas, integran las bandas armadas que hacen cundir el terror en Haití desde hace meses, principalmente en la capital del país, en sus luchas por el control del territorio.
Así se desprende de la declaración del dominicano Molaï Ortiz Mieses ante la Policía Nacional de Haití, que este miércoles publicó en su página de Facebook extractos del interrogatorio que siguió a su detención en Puerto Príncipe el pasado mes de mayo.
“Hay muchos dominicanos que forman parte de las bandas armadas que operan actualmente en Haití”, afirmó Ortiz Mieses en su declaración, durante la cual hizo revelaciones “estremecedoras y demoledoras”, según la institución del orden, que continúa interrogándolo.
Después de haber sido detenido en varias ocasiones en la República Dominicana por diversos delitos, Ortiz Mieses llegó a Haití hace diez años y se unió a la banda de Carlos Petit-Homme, alias “Ti Makak”, asentada en un barrio de Pétion-Ville, en la capital, y de la que llegó a ser el tercer jefe.
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Pandilleros dominicanos
Ortiz Mieses confesó haber participado en el asesinato del inspector de división Dan Jerry Toussaint el 1 de enero de 2022, durante un asalto a la subcomisaría de Thomassin, en Laboule 12, zona de Fessard, por parte de al menos ocho integrantes de la banda “Ti Makak” fuertemente armados con fusiles.
El inspector recibió un disparo en la cabeza y otro en el cuello durante esa acción, en la que participaron varios de sus acólitos, a los que Ortiz Mieses identificó, entre ellos otro dominicano llamado “Joselito”.
Asimismo, reveló que cada grupo de bandas cuenta con ciudadanos dominicanos en sus filas, citando, como ejemplo, a la banda de Izo «5 Seconds” en Village de Dieu, uno de los grupos armados que tienen conexiones directas con los dominicanos, según su testimonio.
Una hipótesis plausible
El director ejecutivo del Centro de Análisis e Investigación en Derechos Humanos (CARDH), Gédéon Jean, ve plausible la teoría de que ciudadanos dominicanos formen parte de las bandas, según indicó en declaraciones a Efe.
“Algunos de los secuestrados dicen que oyen a personas que hablan español en los lugares donde están secuestrados, lo que nos hace pensar en los dominicanos”, dijo, y citó el caso del poderoso grupo armado 400 Mawozo en relación con su posicionamiento en las zonas que conducen a las fronteras con la República Dominicana.
Las bandas se ramifican, consiguen financiación extranjera, se transforman, crean sucursales en todas partes y, “por la forma en que se organizan los secuestros en el terreno, es imposible que no haya dominicanos allí. Hay dominicanos y otros extranjeros”, añadió Gédéon Jean.
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Ciudadanos deportados y mercenarios extranjeros
Los grupos armados en Haití también reclutan a ciudadanos que llegan deportados, principalmente de Estados Unidos, que no pueden integrarse en la sociedad en un país que carece de estructuras de acogida, y “cuando no forman su propia banda armada, se unen a grupos armados”, reveló Gédéon Jean.
Además, y aunque no hay confirmación oficial a este respecto, según el director de CARDH los miembros de las bandas dirigidas por Izo y Ti Lapli estarían recibiendo entrenamiento por parte de mercenarios latinoamericanos llegados a Haití expresamente con ese propósito.
“Tienen extranjeros que vienen a formarlos”, les enseñan el manejo de las armas y los vehículos, las tácticas militares y la gestión de la tecnología, teorizó Gédéon Jean como explicación a las acciones que despliegan las bandas armadas y a la organización de la industria del secuestro, que les reporta mucho dinero.
El secuestro “facilita la rápida ejecución de otras operaciones delictivas como el tráfico de drogas, armas, municiones y la trata de personas”, de modo que las bandas han mejorado sus estrategias para llevarlos a cabo con ayuda de estos mercenarios, como ya ocurriera en los años 90.
Haití atraviesa una grave crisis que se vio exacerbada por el asesinato del presidente Jovenel Moise en julio de 2021, al que siguió un terremoto que devastó la región sur del país, a lo que se suma el auge de las bandas que diversas organizaciones cifran entre 150 y 200 grupos armados que matan, violan, secuestran e impiden la libre circulación de personas.