En el Otoño mi vida

En el Otoño mi vida

Mukien Adriana Sang

Decidí en la tercera semana de diciembre 2022 abandonar por unos días mis adorados Encuentros. Necesitaba dejar abandonar mis actividades cotidianas para dedicarme unos días a pensar, a encerrarme en mi propia alma para acompañarla. Las prisas que te imponen las obligaciones te obligan a olvidarte de ella, y andas por la vida como autómata, como, respondiendo a demandas, sin darle caricias a tu corazón.

En esos días de alegría compartida en familia escribí, me dediqué a mis flores, a mi propia alma; con quien sostuve grandes conversaciones. Le hice preguntas sinceras y profundas. Le hice tantas preguntas al alma que la enloquecí. ¿Debo seguir con este ritmo acelerado de vida? ¿Debo seguir haciendo lo que estoy haciendo? ¿Debo someterme a largos días de trabajo, estrés y preocupaciones porque quiero ayudar al país? ¿O debo abandonar todo, como muchas de mis amigas que se dedican a existir y a ver pasar los días? ¿Debo dedicarme solo a escribir mis Encuentros y mis libros? ¿Debo dedicar tiempo a leer los libros amontonados que la obligatoriedad de otras escrituras me lo impiden, como las dos últimas obras de Almudena Grande?

Tomé con calma mis cafés matutinos, contemplando mis orquídeas florecidas, revisé los capullos que estaban por abrirse, disfruté del placer de ver plantar una pequeña rama y ser testigo de su crecimiento; caminé todo lo que pude, porque en cada paso que daba había una nueva reflexión.

Y en ese diálogo silencioso con mi alma, hice más conciencia de que a mis hermosos 67 años cumplidos, estoy viviendo en el verdadero otoño existencial; de ahí nació la poesía sin métrica que encabeza este encuentro.

A veces me descubro callada y silenciosa rescatando recuerdos de mi memoria; a veces son meras imágenes inconexas que llegan; otras veces un detalle cualquiera enciende el chip de los recuerdos, y pienso en amigos que se han ido, en otros que han desaparecido de mi vida y de mi vista; y recuerdo también a los hipócritas que se vendieron como amigos cuando detentaba una determinada posición, y pasado el tiempo, y por supuesto, el cargo que ostentaba, desaparecieron por arte de magia.

Pero soy feliz con mis hechuras, con mis libros, con mis Encuentros, con mi familia, con mis amigos verdaderos. Soy feliz de SER y de POSEER LA INMENSA FORTUNA de haber transitado en mi historia los caminos que yo misma elegí. De esas elecciones hubo realizaciones muchas, tal vez más de lo que esperaba, pero también hubo tropiezos, errores y elecciones incorrectas. De mis malas pasadas acepto el desafío de haber aprendido a fuerza de lágrimas y sufrimientos. Me he ganado el honroso derecho de decir lo que pienso y siento siempre y en cualquier momento.

Escribo este artículo en uno de los primeros atardeceres de febrero. Ya el sol se está ocultando, y los rayos del sol se reflejan en las nubes proyectando destellos rojos y amarillos anunciando a los cuatro vientos que la luna aparecerá en el horizonte, preludio de la noche. Asimismo, siento yo que estoy viviendo, en ese momento hermoso de tránsito entre el día y la noche; aprovechando los últimos rayos para aprovechar la luz, antes de que llegue la oscuridad.

En todos estos días vividos (¡24,455!), en estos largos meses de existencia (804), que juntos suman 67 primaveras, veranos y otoños… que la vida es un viaje, largo para algunos, corto para otros, abruptos para muchos, plácido para los menos…. Y en ese viaje caminamos, nos caemos, nos levantamos y si nos volvemos a caer, no queda más remedio que levantarse de nuevo. Que la vida es un eterno desafío y que cada día es un regalo. Agradezco al Dios de la vida por esos casi 25 mil días vividos y por los muchos o pocos que me queden por vivir.

En el otoño….

Hoy,
En el otoño de nuestras vidas,
Abrazamos
Y acariciamos,
con infinita nostalgia,
miles de recuerdos.

La travesura escondida,
Los primeros besos fortuitos, robado
el amor imposible que nos ignoró siempre,
los nervios ante los exámenes difíciles,
el vestido que no pudimos estrenar,
la amiga que nos traicionó,
o aquella que alzó sus alas y nos dejó.

Hoy,
viviendo el otoño,
disfrutamos de las hojas caídas,
del sol brillante que anuncia los días,
de la luna traviesa que se esconde entre las nubes.

Hoy,
Viviendo en el otoño existencial
Nos reímos de aquello que nos atormentaba,
Nos perdonamos por no haber llegado a
donde quisimos llegar…

Viviendo el otoño de nuestras vidas
El valor de las cosas cambia de sentido.
Valoramos más los abrazos,
Los amigos sinceros,
Los besos furtivos de los hijos construyendo sus vidas,
Los besos mojados de los nietos inquietos,
Amamos diferente y más profundamente al compañero de vida,
Sí, ese que ha hecho la travesía vital a tu lado,
Valoramos la soledad y la compañía.
Esa doble dimensión de saber estar sola contigo misma
Y compartir tu alma y sus anhelos con tus amigas.

Hoy, viviendo mi propio otoño
No tengo lamentos, remordimientos y rencores.
Solo quiero disfrutar cada día,
Tener sueños,
Planes y proyectos

Y decir gracias al Dios de la vida
Mientras espero el frío invierno existencial,
Y, por qué no, la despedida.
Por Mukien Adriana Sang Ben

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