La imagen de Santa Claus, un viejito muy simpático, gordo, de barba blanca, con un saco al hombro, se ha convertido, por efecto de la publicidad y la dependencia política, en un personaje cotidiano en los días que debemos juntar la devoción con la diversión.
Ello sería posible si la algarabía y las luces, la música y los regalos no ocultaran esa otra realidad subyacente: celebrar el nacimiento de Jesús, el hijo de Dios.
Después de la Guerra de Abril fui a trabajar en la región del Cibao, con asiento en Santiago, era asistente del presidente del Banco Nacional, Seguros Pepín, Créditos Comerciales y Agropecuaria Consuelo.
Me llamó la atención la sustitución de una tradición muy arraigada: en Santiago, por lo menos, los regalos de los niños, con motivo de la Navidad eran entregados el día 25, a nombre del Niño Jesús y de “Santicló”.
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Aunque siempre cuestionaba y calificaba como cruel la entrega de los regalos de Navidad a los niños el Día de Reyes, 6 de enero, porque al día siguiente debían regresar a clases y tenían poco tiempo para disfrutar de sus regalos.
Esa variante fue tomando cuerpo en el país como efecto directo de la publicidad, que privilegia las costumbres y los hábitos de consumo norteamericanos sobre las costumbres tradicionales nuestras, son una forma no tan sutil de aumentar nuestra dependencia política.
Eso, que parece tan inocente e insignificante, constituye una modificación profunda en el quehacer nacional, en el día a día. La excelente revista LIFE en español publicó dos series tituladas, la una. La dorada juventud anticomunista, la otra La dorada juventud comunista, al fin y al cabo, las oportunidades que tenían unos las tenían los otros, en los deportes en los estudios, en las diversiones.
José Stalin, un grande de la historia, con sus sombras y sus luces , dijo que si hubiera tenido una industria cinematográfica como la de Hollywood, habría gobernado el mundo.
He contado del anciano de La Lomota, en Puerto Plata, quien para señalar la fecha aproximada de un acontecimiento habló de “cuando los hombres no usaban camisas de manga mocha”.
Fue Hollywood el que impuso la moda de vestir a todas horas y en todo lugar, con un avasallante y permanente bombardeo de películas de todo género.
Así, de a poco, nos quitan las tradiciones y crean modos de hacer y de ser a través de un efecto demostración tan bien dirigido y orquestado que no puede ser casual. Mientras, pasarlo bien. Hacer lo de siempre. Sin excesos. Con moderación. A recordar los pucheros que preparaban las abuelas y los ricos tes de jengibre que acompañaban las madrugadas, cuando salíamos a ver en el cielo como venían las estrellas de los Tres Reyes Magos.