En sus nuevos y majestuosos espacios de la Av. Carlos Pérez Ricart #66 del sector Arroyo Hondo, la Galería Bodden, como parte del circuito de galerías que desde hace más de 15 años organiza la Asociación de Galerías de Arte, ha celebrado en forma impecable el octavo aniversario de la partida física del maestro Domingo Liz (1931-2013) con la exposición “ESPONTÁNEA”, compuesta por 19 obras sobre papel, demostrativas del magistral dominio del hecho plástico y el estado de gracia creadora que especializa como extraordinario legado artístico Domingo Liz en sus dibujos cargados de formas, espacios, signos, aguadas y tornasoles irreverentes.
La rigurosa selección de Juan Julio Bodden; el cuidado del enmarcado o presentación de cada una de las obras, además de la digna instalación museográfica de Tamara Hernández, fueron elementos clave para la excelencia expositiva.
La selección, incluyo 8 obras pictóricas sobre tela de diferentes formatos, destacando en las mismas el rigor de factura, la fluidez de la gestualidad expresiva y la brillantez metafórica que vitalizan la obra pictórica de Domingo Liz, especialmente a la hora alucinatoria de los espacios paradójicos de lo cotidiano y sus propias devastaciones existenciales.
Domingo Liz, nace en Santo Domingo el 6 de septiembre del 1931 y fallece en la misma ciudad el 14 de febrero del 2013. Pintor, escultor, dibujante y maestro de generaciones.
En 1949, forma parte del segundo grupo de egresados de la Escuela Nacional de Bellas Artes, donde el escultor español Manolo Pascual y el dominicano Jaime Colson (1901-1975), serán sus dos primeras influencias.
Asimismo, Domingo Liz, lograría desarrollar su vocación creadora simultáneamente a su ejemplar labor en el campo de la educación artística. Durante 42 años, fue docente en la Escuela Nacional de Bellas Artes y durante 28 años en la Universidad Autónoma de Santo Domingo.
“El dibujo, síntesis de la forma”
En su brillante ensayo “El dibujo, síntesis de la forma”, Domingo Liz se auto cuestionaba y aún persiste cuestionándonos: “¿Qué es el dibujo?; ¿Cómo pueden señalarse, sin establecer definiciones limitativas, sus características más intrínsecas?; ¿cómo pueden enumerarse sin confinar en un esquema racional las numerosas vías expresivas que escapan a normas teóricas a priori?; ¿puede disecarse la interacción emocional que se establece entre el autor, el diseño y el espectador?”…
A través del dibujo, Domingo Liz, refinaría su práctica creadora como espléndida proairesis. Como ritual ontológico, íntimo, obsesivo y deliberativo. Una práctica devocional de la lucidez y la libertad creadoras que fructifica a través de una recodificación cristalina de un mundo deliciosamente entrañable.
Mundo de sutiles trazos, signos, tonalidades, texturas, cuerpos, espacios, celajes y matices inestables. Espacios sombríos y alucinatorios que estallan como un fantasmático repertorio imagético que también trasluce su visión enigmática y única del mundo y las dualidades de la forma y lo informe; el orden y el caos; la materia y el espíritu; lo físico y lo metafísico.
En griego antiguo, proairesis significa preferenciadeliberada, elección propositiva. El concepto se relaciona con los de deseo, libertad y pensamiento. Y así como la disposición proairética persigue más lo intelectivo que lo espontáneo, lo volitivo o lo caprichoso, desde su profusa taumaturgia dibujística, Domingo Liz prefirió siempre materializar el espíritu y la experiencia como efectos impecables de una práctica creadora radicalmente lúdica, poética, filosófica y libertaria.
En el citado ensayo, advertimos la definición del dibujo de Domingo Liz como idea seminal. El alma de la invención. Lenguaje esencial. Lenguaje de las formas. Medio de comunicación de las ideas. Medio absoluto de conocimiento científico. Sustancia primordial para la generación de las ideas.
Canal para la transmisión de energía espiritual. Lenguaje de las ideas, visiones, emociones, sensaciones y percepciones más complejas. Instrumento para producir resquicios que iluminen los oasis espirituales, persistiendo siempre sobre los valores intrínsecos y autónomos del dibujo como expresión estética.
Así, las precisiones filosóficas de Domingo Liz sobre el dibujo le sitúan como el único de los grandes maestros de la plástica dominicana de la segunda mitad del siglo XX que persistió en la reflexión profunda en torno al dibujo como categoría estética autónoma al mismo tiempo que le reafirman como auténtico visionario y pionero en Santo Domingo de una concepción y una conciencia del arte como forma altamente especializada del pensamiento…