En su primera exposición, Joaquín Basanta, prueba dotes de verdadero valor. Aplicándose al estudio de los fundamentos del hecho plástico, con el justo atrevimiento de su juventud y su fresca imaginación, su muestra en la Galería Nacional de Bellas Artes, testimonia elocuente su “Caída” implicatoria hacia sus propios abismos existenciales. El novísimo vidente, avanza una propuesta visual de sorpresiva profundidad que parte de la consciencia del enigma que entrañan lo real y lo ontológico. Y tal propuesta, deviene en puro enigma ya que las imágenes de Basanta de lo que tratan es de enigmas, antinomias y absurdos cotidianos…
En la Galería Nacional de Bellas Artes, hasta el próximo viernes 29 de abril, se mantiene abierta a todo el público la primera exposición individual del joven artista visual dominicano Joaquín Basanta (1996), titulada “Caída” y compuesta por más de 40 obras, entre dibujos sobre papel a la plumilla, felpa y tinta, así como por una serie de trabajos digitales que nos atraen de inmediato por la especial capacidad sugestiva de su riqueza visual.
Se trata de la prueba iniciática de un imaginero inesperado que también se constituye en toda una declaración de principios ya que el desquiciante y delicioso corpus opus que integra la muestra se sostiene fundamentalmente en la construcción de la imagen como forma; la reconstrucción del espacio como sistema de relaciones imaginarias y la de construcción del cuerpo como turgente dispositivo escénico y como metáfora totalizante.
En sus dibujos, Joaquín Basanta se vale de la figuración, probando su competencia, su sensibilidad poética y su ojo para el detalle, mientras que sus abstracciones digitales, nos remiten hacia una suerte de fenomenología de lo perceptivo, lo subconsciente y lo subjetivo. Eso sí, en ambas líneas expresivas, ante la profusión de signos y resonancias visuales que activan sus diseños y sus imágenes digitales, el observador no tiene más opción que asumir la aventura aprehensible y/o intelectiva a partir de su propia mirada.
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Lo que Joaquín Basanta percibe, visiona, visibiliza y nos entrega a la hora de su despunte creador en el contexto artístico dominicano de la actualidad es un virtuoso, fascinante y axiomático teatro imagético, vitalizado por quimeras, cuerpos, luces, sombras e imágenes proteicas cuyos niveles de depuración conceptual y su minucioso capital de significados, son capaces de revelar el mismo hecho estético como espacio energético sensible, lúdico y reflexivo, además de generador de pensamiento crítico y espíritu disruptivo.
Masculinidad. Feminidad. Anatomías mixtificadas. Cuerpos interceptados. Escenarios metamórficos, saturados de líneas, planos, destellos y sombras en perpetua escaramuza. Emotiva perforación grafico-visual del absurdo y la antinomia. Suspenses de maniquíes, torsos, máscaras y flora. La máscara que pende y oscila directo hacia el cuchillo. Dos rostros femeninos con negras mascarillas y crucifijos invertidos. Tocones, tallos y ramas que florecen máscaras y cuerpos femeninos. Cables antropógenos, atando esquivos corazones, intersticios fictivos, somas híbridos y presagios despavoridos. El celaje del Ángel de alas traspasadas. Y ese brazo tatuado de ojos con lágrimas de sangre.
La “Caída” de Joaquín Basanta que, al decir de la curadora y anfitriona de la muestra, Marianne de Tolentino, en realidad es su brillante ascenso o más bien su emergencia rotunda, impone su registro como un acontecimiento cultural significativo que nos ha permitido confrontar los primeros efectos de su infusa, sutil y penetrante manera de expresar simbólicamente sus ideas, emociones y experiencias. Gracia y lucidez imaginativa que afinan y signan la dicción plástica y el cifrario visual con que Joaquín Basanta procede a la hora de expresar, profesar y transfigurar el mundo real y no real como lenguaje.
“Yo digo que hay que ser vidente”, proclamó Rimbaud ya a sus 18 años. Y sobre el mismo signo del “Ángel sin corazón”, procede Joaquín Basanta cuando decide dejar sus estudios de Medicina por las artes visuales. El vidente es quien advierte que el buscador es lo buscado. Mientras estudiaba Medicina en la Universidad Iberoamericana, lo que Joaquín más disfrutaba era el dibujo anatómico. Hijo del cineasta Juan Basanta y nieto de Milagros Ortiz Bosch, Joaquín creció en el seno de una familia de reconocida vocación creadora y vinculada al proceso histórico, político y sociocultural dominicano de las últimas cinco décadas.
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Especialmente en sus dibujos en blanco y negro se aprecia que él también mantiene la vocación y la consciencia familiar. Estos trabajos provocan en el espectador una súbita y extraña mezcla de silencio expectante y desasosiego introspectivo que tiende a intensificarse ante la irresistible liberalidad de su escritura gráfica y su polivalencia significativa. Y es que las de Joaquín Basanta son imágenes cautivantes y de una belleza extraña en las cuales subyace una visión irónica y afilada del cuerpo humano como signo y dominio radicales del deseo, el amor, el dolor, la violencia, la tragedia, el espectáculo de la seducción y el mismo arte…