Producto del ritmo apresurado en el que vivimos, la ansiedad se ha convertido en algo común, afectando nuestra salud, de forma inevitable.
Sin embargo, cuando conocemos la verdad contenida en el salmo 23, podemos permanecer quietos, aun en la mayor de las crisis: el Señor es nuestro pastor y nunca estaremos carentes.
Al confiar en Dios, entregándole el control absoluto de lo que ocurre, la quietud nos cubrirá y el temor se irá; pero, para lograrlo, debemos conocer su palabra, el manual de procedimiento de cómo se vive la vida. Escuchémosla y pongamos por obra el debido proceso, en ella establecido. Entonces, el bien y la solidaridad nos perseguirán todos los días de nuestras vidas.
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Recordemos siempre la invitación que Jesús nos hace, en Mateo 11:
«Vengan a mí, todos los que están cansados y cargados, y yo os haré descansar. Tomen mi yugo sobre ustedes y aprendan de mí, que soy manso y humilde de corazón, y hallarán descanso para su cuerpo. Porque mi yugo es fácil y mi carga ligera».