“Juan Portela ha sido seducido por la pasión de coleccionar arte y, con un olfato intuitivo, ha logrado construir una de las más importantes pinacotecas de nuestro país. Con el transcurso del tiempo, este coleccionista ha escogido, obedeciendo a un criterio educado y a sus preferencias personales, un grupo de artistas que representa lo mejor de nuestras artes plásticas; como ejemplo, citamos a Paul Giudicelli y Domingo Liz. En esta trayectoria ha conseguido también reunir un conjunto de obras que representa la mejor etapa del maestro Guillo Pérez, de las cuales podemos contemplar una muestra significativa en la Galería Ramón Oviedo del Ministerio de Cultura”… (Arq. Gamal Michelén, 2021).
En la Sala Ramón Oviedo del Ministerio de Cultura y hasta el viernes 17 de diciembre, sigue abierta la importante muestra “Guillo Pérez: obras maestras de un coleccionista”, integrada por 43 obras pictóricas, ejecutadas en distintas técnicas y etapas creativas por el gran maestro dominicano del color y la materia Guillermo Pérez Chicón (1926-2014). Equilibrado y ponderado en su riqueza y su justa dimensión por el arquitecto Gamal Michelén, el notable extracto expositivo, procede de la colección del empresario Juan Manuel Portela Bisonó.
Guillo Pérez nace en San Víctor, Moca, provincia Espaillat, el 3 de marzo de 1926 y fallece en Santo Domingo en el 2014. Sorprende saber que este maestro insigne de la pintura dominicana se debatió entre la vocación religiosa y la musical antes de consagrarse al estudio de las artes plásticas. En 1946, estudia música y religión en el Seminario Católico del Santo Cerro. Estudió violín y teoría musical durante seis años. Sus estudios de artes plásticas los realiza en el taller de su tío Yoryi Morel (1906-1979) y en la Escuela de Bellas Artes de Santiago de los Caballeros, institución que también dirigió.
Entre 1964 y 1968, la obra de Guillo Pérez es premiada en múltiples ediciones del Concurso de Arte E. León Jimenes. En 1970, obtiene Mención de Honor en el 2do. Festival Internacional de la Pintura de Cagnes-Sur- Mer, Francia. Ese mismo año, fue designado director de la Escuela Nacional de Bellas Artes de Santo Domingo. En 1971, obtiene Mención de Honor en el 3er. Festival Internacional de la Pintura de Cagnes-Sur- Mer, Francia. En 1974, su pintura “Hojas y Espacios” es premiada en la XIII Bienal Nacional de Artes Plásticas.
Además de la búsqueda de lo esencial a través de un expresionismo abstracto basado en los juegos texturales y las potencialidades energéticas de la materia que le establece como uno de los máximos exponentes de la pintura abstracta en la República Dominicana y el Caribe, en la producción de Guillo Pérez se impone perpetuamente la ardiente y traslúcida policromía de sus paisajes de la campiña; marinas, arrozales, cañaverales, coches, retratos, iconos arquitectónicos coloniales, ingenios azucareros, ferrocarriles, carretas, bueyes, “braceros” y sus fascinantes “gallos en el paisaje”.
Las abstracciones, los paisajes, las marinas, las fachadas arquitectónicas coloniales y los gallos, adquieren una resonancia clave en la obra total de Guillo Pérez. Tal resonancia se pone de manifiesto en el reducido cuerpo de obras magistrales que integran la exposición “Guillo Pérez: obras maestras de un coleccionista”. Esta muestra se justifica perfectamente en la Sala Ramón Oviedo, pues con la misma el Ministerio de Cultura cumple a cabalidad su compromiso de revalorar, proyectar y difundir el legado trascendental de los exponentes fundamentales de las artes plásticas y visuales de nuestro país.
Entonces, contrario a lo que puedan chacharear el despiste, el estrés o la omisión, “Guillo Pérez: obras maestras de un coleccionista” se constituye en una muestra cuyo recorrido museográfico nos revela su lección informativa, educadora y placentera. Solo hay que seguir los ejes sumarios del conjunto en su vibrante latencia, además de la excepcional calidad estética de cada una de las obras, para advertir la intensidad de la trayectoria creadora y la misma vastedad productiva de Guillo Pérez en el arduo y fructífero proceso de más de siete décadas en que logra cristalizar su magnético y esplendoroso “Constructivismo Antillano”.
Además de “La Iglesia La Altagracia” (1943), merecedora de estudio especial por su doble condición de obra iniciática y verdadera maravilla estética, la muestra incluye una serie de obras ejecutadas por Guillo Pérez desde la primera mitad de la década de los 60 hasta principios de los 80 del siglo XX, en las que resaltan sus lúcidas experimentaciones con las texturas de la materia; las transparencias del color-luz; la gestualidad intuitiva y la polisíntesis expresiva como las tituladas “Genesis”(1964); “Explosión” (1965); “Estallido” (1965); “Goleta” (1965); “Coche”(1965); “Ruinas de San Francisco” (1965); “Paisaje de Sosúa” (1969); “Arrozal” (1970); “Atardecer” (1970); “Marina con Palma” (1970); “Catedral Primada” (1973); “Marina” (1976) y “Acantilado” (1980).
El conjunto de obras abstractas ejecutadas entre 1964 y 1976 que opera como eje medular de esta exposición, deviene preciso y elocuente para comprender a Guillo Pérez en su temprana autodefinición como un pintor esencialmente abstracto a la vez que abrazaba a tiempo, vital y eufórico, los postulados vanguardistas del Informalismo europeo: “Mi arte es esencialmente expresionista abstracto. No me atrae la pintura geométrica. Me gusta la pintura informal, libre, pues es la que más se adapta a mi temperamento. Por medio de mi pintura, trato de buscar la esencia de las cosas”… (Darío Suro. Arte Dominicano, 1969. Pag. 90).