Para los que superamos la octava década de la existencia estos días previos al 21 de noviembre, día de las fiestas patronales de Baní, es un periodo del año lleno de vivencias desde nuestra infancia y juventud por el entusiasmo con el que se celebraban estas actividades festivas y religiosas.
Todos recordamos aquellos afanes de los hogares banilejos en el centro del pueblo que con inusitado derrame de alegría y palpando el movimiento comercial de las recuas de mulos que llegaban de las lomas portando sus fanegas de café y de los campos cercanos a la costa en la parte sur del pueblo toda esa mescolanza de los rubros que se cultivaban con esmero y más cuando se disfrutaba de abundante agua que se traía por el canal Marco A. Cabral desde el río Nizao. La primera etapa del canal se construyó durante el Gobierno de Horacio Vásquez después de la desocupación americana en 1924 y luego fue ampliado durante el Gobierno de Trujillo hasta llevarlo a Las Calderas.
Baní era un hervidero del transitar de los habitantes y de los cientos de amigos y familiares que llegaban de otros pueblos a disfrutar las fiestas patronales y de la hospitalidad donde cada hogar vestían las mejores galas, las casas se pintaban y las calles lucían relucientes en su limpieza. Y el jolgorio de la música de la Banda de música municipal se reforzaba para el día 20 con la llegada de la banda de los bomberos civiles de Santo Domingo que su director de años el profesor Luis Parahoy había hecho una promesa que cada año traería la banda a Baní para animar las fiestas.
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Desde el día 11 de noviembre se iniciaban las novenas en la iglesia parroquial que desde hacía años adquirió una señal más religiosa cuando connotados sacerdotes canadienses y otros de largo ejercicio en otras parroquias eran invitados a predicar enjundiosos mensajes de fe.
La música vernácula era interpretada por un grupo de los músicos de la banda de música y que el día 20 víspera de las fiestas era reforzada por algunos de los músicos de la banda de los bomberos llegada en horas de la tarde desde la Capital.
Al convertirse en la sede de un obispado la iglesia adquirió otra categoría y las solemnidades ahora estaban revestidas de mayor dignidad con los obispos nacionales celebrando con los feligreses banilejos que ya tenían otro motivo para agregar a sus festividades que ya habían olvidado el sabor de los años 40 y 50 del siglo pasado. Todavía hay banilejos que conservan la tradición de asistir cada día 20 al mediodía a la iglesia para asistir a la ceremonia de la subida de la virgen. Es llevada a altar desde donde preside las naves repletas de fieles. Al día siguiente es sacada en procesión por varias calles de Baní por algunos caballeros de avanzada edad para pasear por algunas calles del pueblo. Es una procesión muy esperada por los banilejos de todas las edades. Y así culminan las fiestas que hace varios años culminaban con un baile de gala en el Casino de Peravia, costumbre que se ha desvanecido con el tiempo y ahora quedan las fiestas barriales en los drinks o centros cerveceros.