República Dominicana marcha con adhesión a prácticas políticas e institucionales de preservación democrática y es reconocida por permanecer en una nivel ejemplar de estabilidad en una época que llegó a ser descrita como «una de las más difíciles para el continente, llena de contradicciones y señales de retroceso». De todo lo cual, además, el país emerge con perspectivas positivas en los órdenes económico y social. Por más de cuarenta años, el periódico HOY ha sido testigo y relator de ese acontecer.
Una consistencia avalada por el informe de una comisión integrada por diferentes liderazgos nacionales que propuso una estrategia de desarrollo 2010-2020 (a la que no se hizo caso) y que estuvo presidida por el economista y prolífico escritor de visita para asesoramientos en el país, Jacques Attali. El analista consideró exitosa la realidad económica dominicana sin dejar de advertir que seguía siendo vulnerable por su fundamento en el consumo con implícito llamado a los entes de la política a jugar roles de decidido apoyo al desarrollo económico y social en varios órdenes que las rebatiñas entorpecen a veces.
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En el año 1994 sobrevino una crisis por alteración del proceso electoral de entonces por empeños continuistas a favor del entonces presidente Joaquín Balaguer. Un «aborto» fue detenido a tiempo en un marco institucional bien arbitrado con participación de fuerzas políticas. También fue superada con rapidez y eficacia la insólita suspensión de la primera fase de la consulta electoral para lo municipal en el 2020 por graves fallas técnicas que habrían tenido serias consecuencias políticas para el mando gubernamental peledeista.
Para entonces, la analista política de este diario, Rosario Espinal, puso de relieve en que a pesar de las deficiencias y divisiones de partidos, el sistema como tal no colapsa y «se han mantenido la libre competencia y garantías ciudadanas de libertad de expresión, asociación y elección». Esto, en medio de la marejada de inestabilidad de América Latina y de regímenes autoritarios y de acentuado extremismo como el que en este momento secuestra la voluntad popular en Venezuela.
La politóloga reconoce la participación de varios factores auspiciadores de la consistencia político-estatal del presente entre ellos que: «los caudillos del post-trujillismo (Balaguer, Bosch y Peña Gómez) forjaron organizaciones políticas que sentaron bases para un sistema de partidos que, a pesar de sus limitaciones, mantiene la rivalidad electoral, fundamental para la circulación ordenada de las élites en el poder». En reacción a esta visión del pasado, se levantarían voces negadoras de la condición de «padre de la democracia» que algunos actores de la política asignan al fundador del PRSC.
ADVERTENCIAS
“República Dominicana está avanzando, pero no se engañen: si de verdad creen que lo han conseguido; todavía queda mucho tramo por recorrer”, alertó recientemente al sistema partidario del país el veterano líder de la socialdemocracia, expresidente del gobierno español, Felipe González, enfatizando que esta nación enfrenta muchos desafíos aunque ha superado «muchos otros».
Dijo percibir la realidad local como situada en una «línea ascendente que ha fortalecido los valores de la democracia» expresando su convicción de que el sistema debe propiciar «una justicia social imprescindible y una cohesión social». Sus palabras en un reciente cónclave internacional en Santo Domingo fueron respuesta a la pregunta: ¿Cómo está la República Dominicana hoy, en comparación y en las similitudes, quizás, de cuando tú iniciaste a dirigir el Gobierno español?
A tono con la prioridad de velar por la institucionalidad, la Fundación Institucionalidad y Justicia, FINJUS, recordó una notable desviación del accionar político de estos años: «las manifestaciones de transfuguismo observadas en el sistema de partidos en los últimos años representan un grave riesgo para la estabilidad, fortalecimiento y sostenibilidad del régimen democrático». Opinó que aunque existe el derecho a cambiar de bandería, la forma en que se hicieron frecuentes las deserciones son afrentas por inconsistencia ante los electores que soberanamente, y en cada oportunidad, respaldan aspiraciones sostenidas desde específicos ángulos, ahora inestables, del espectro partidario.
AMBIGÜEDADES
La administración del doctor Joaquín Balaguer en su segunda etapa y sin las sangrientas secuelas inmediatas a la guerra civil de 1965 persistió en una política de construcción de obras pero su empeño en retener el poder (que evoca a Maduro) sumió al país en una crisis institucional con el «robo» de cuatro senadurías que en las elecciones de 1978 el PRD ganó legítimamente. Un «fallo histórico» que a pesar de todo implicó un precedente saludable para la República por satanizar los atropellos al sistema electoral con guardias de bayonetas caladas y enseñas balagueristas.
El presidente Antonio Guzmán, que le sucedió en el poder, se distinguió por respetar libertades públicas y el fin de los exilios y encarcelamientos de opositores. Finalizó su vida mediante suicidio dejando, de todos modos, motivos para ser considerado un artífice de transferencias ordenadas del poder. Su sorpresiva partida en un país de débil condición institucional en ese entonces, no impidió un relevo ordenado de mandos.
Con la llegada al solio del doctor Salvador Jorge Blanco el país siguió a salvo de sistemáticos atropellos a los derechos humanos y de ilegítimas tratativas por restablecer la reelección aunque tras la firma de un acuerdo con el FMI ocurrieron brutales represiones y tras su salida del Palacio Nacional hizo frente a un largo proceso penal por actos de corrupción que un tribunal juzgó y condenó.
Tras el interregno del último paso por el poder de Balaguer emergieron las gestiones del doctor Leonel Fernández por un primer período 1996 seguido luego por dos más, caracterizando su gestión inicial con prioridad a la proyección internacional y algún aporte al crecimiento sostenido. Sin ruidos, y lejos todavía de cisma morado del 2020, Leonel ejerció la presidencia 2004-2012 incluyendo auspicios (40 mil millones del presupuesto) con inversiones en obras para garantizar que su sucesor fuera el Danilo Medina que hoy no quiere saber de él.
La presidencia de Hipólito Mejía (2000-2004) no fue relevante en obras en su primer tramo de dos años aunque incluyó la flamante infraestructura para los Juegos Centroamericanos del 2003. El período completo fue signado por la sacudida mundial del más trágico atentado terrorista de la época el 11 de septiembre del 2001 y el colapso financiero en el 2003 de Baninter. Imposible mantener la estabilidad macro económica con recesión internacional, caída del turismo y de zonas francas y alto costo del petróleo como shock externo.
MÁS BALANCES
La presidencia de Danilo Medina, de dos períodos a partir del 2012, tuvo una primera parte encomiada por estimular emprendimientos empresariales con políticas fiscales y monetarias favorables al crecimiento económico. Su aprobación ciudadana fue reafirmada con un triunfo electoral reeleccionista (2016) con un 61% de los votos, marca no superada después. Pero tras pretenderse modificar la constitución para un cuatrienio más vino un choque con la realidad política del momento que generó una división de su Partido de Liberación Dominicana que derivó en derrotas consecutivas que todavía amenazan su existencia.
Mientras siguen curso expedientes por corrupción de alto calibre contra algunos liderazgos administrativos que encabezaba el hoy expresidente Medina, continúa vigente un Ministerio Público reconocido como independiente y tenaz en procesos ralentizados por incidentes que introducen las barras de defensa. Cuestiones accesorias al objetivo principal de los procesos tienen tomados por el cuello a algunos tribunales en cuyos banquillos aparecen para ser juzgados también algunos capítulos de la política dominicana.
VALORACIÓN
Con la administración del presidente Luis Abinader entrando a un segundo mandato legitimado por votación abrumadora en la última consulta electoral, las instituciones democráticas muestran alentadores pasos hacia mayores vigencias con un Poder Judicial fuera de guiones del Poder Ejecutivo y un Ministerio Público dejado a los criterios independientes y profesionales de quienes lo dirigen.
Otro punto positivo es la reiteración de compromisos del primer mandatario con el reforzamiento constitucional mediante una reforma que debe basarse en un consenso sin excepción de sectores lo que no parecía tan cercano como se preferiría. Las disidencias para definición de reglas fundamentales para el funcionamiento del Estado y satisfacción de la sociedad, no deben faltar en ningún proceso decisorio.
Adicionalmente, durante el cuatrienio que concluye, los poderes del Estado han estado bajo el libre escrutinio de núcleos ciudadanos y partidarios fortalecedores de la interacción gobierno-gobernados, con un jefe de Estado que conceptualiza al responder cada desafío cuestionador. Un Ministerio Público que bajo permanente observación recibe elogios y reproches que no afectan su marcha y una pléyade de jueces, que aun preocupantemente demorados en ciertos encausamientos, recibe ahora más trabajos que nunca relacionados con la protección del patrimonio público.