Las primeras fases de la eliminación del desorden que la buhonería sin límites tenía implantado en la convergencia de las avenidas Duarte y París, y aun extendido a deprimentes alrededores, resultan por exitosas un motivo para confiar en el gradual pero indetenible avance de los saneamientos hacia otras áreas de Santo Domingo.
Se trata de un rescate proveniente de la inversión privada con el concurso de los entes de Estado (cabildo DN y Ministerio de Turismo) que tienen que velar por el ornato y la libre circulación de vehículos y peatones.
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Una alianza promisoria que traza camino para propiciar ejercicios comerciales de extracción popular sacándolos de condiciones ambientales degradadas para una puesta en valor que mejora sus relaciones con el público en la ciudad más antigua de América.
Debe imprimirse dinamismo al rescate de las áreas urbanas más densa y caóticamente concurridas, acabando con sus aspectos desastrosos y expendios de alimentos que violan las reglas de salubridad. El potencial de esta urbe como destino turístico tiene que ser librado de obstáculos por usos inapropiados de espacios citadinos que no se circunscriben, a decir verdad, a los entornos convenientemente remozados hasta el momento.
La capital de la República sigue necesitando más contundentes obras de renovación a ser seguidas con una robusta aplicación de la ley y de las resoluciones municipales dictadas para preservar los avances hacia el progreso.