En primera persona: Una tarde de Otoño en noviembre

En primera persona: Una tarde de Otoño en noviembre

Por Onorio Montás

PAGINA 126. MARÍA FILOMENA GONZÁLEZ CANALDA-
“Los gavilleros ,1904-1916”

En el año 1914, los jefes revolucionarios que actuaban en el Este, habían sido señalados con anterioridad como gavilleros: como son los casos de Melitón Ruiz, 110 Fidel Ferrer, Ramón Batista y Chanito Batista. 111 En el Sur, al igual que había pasado en los dos últimos años, no se establecía distinción entre revolucionarios y gavilleros: “Tropas leales pertenecientes a esta [Barahona, MG], persigue a los gavilleros, los cuales huyen despavoridos”. 112 En ese mismo documento se describió un encuentro con la Revolución en San Cristóbal: “Anoche gavilleros tirotearon desde lejos esta población, pero fueron derrotados con diana». 113 Los cabecillas de grupos revolucionarios eran Gilberto Montás, José Pérez, Laíto Álvarez, los Santana y Nicasio de la Rosa. 1l4 Al mismo tiempo, también le llamaban gavilleros: “Gavilleros van rumbo al sur, llevan en litera al Gral. Manuel Santana”. 115“Gavilleros van rumbo al Sur. Van robando caballos i todo cuanto hallan a su paso”. 116 Las zonas donde se encontraban eran en Loma Canasta: «La guerrilla recorrió la loma de Canasta donde se hallaban ayer los gavilleros, sin hallarlos trayendo una mula de Gilberto Montás donde iba el niño Honorio Montás*. 117

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*Mi padre

109 Del Jefe Comunal de Hato Mayor al Secretario de Interior y Policía; 20 de marzo 1914. Leg, 333 Int. y pol; AGN

Caía una tarde plomiza de otoño de 1945. Honorio César Montás Valdez esperó la llegada del último de sus camiones que llegaría a su estacionamiento en un solar de Jesús del Castillo en la calle Benigno del Castillo. Mi padre tenía esa costumbre y luego caminaba a la calle Pepillo Salcedo, pero esa tarde según la confidencia de un policía de servicio en la puerta del “Tanque del Acueducto” que vio cuando lo apresaban en la esquina la calle Galván y jamás apareció.

Dos de mis primas que vivían en mi casa, Cecilia y Daysi Celeste, las que a la vez eran hermanas y primas ellas dos, siempre esperaban a mi padre, pero ese día no llegó a la hora acostumbrada (mi padre siempre les llevaba un cariñito). Eran hijas de su hermano Gaudesio Emilio (Guedé), quien fue secuestrado y también se esfumó el mismo día en otro punto del país. En ese momento ellas no sabían que su padre había sido apresado y que lo desaparecieron. Luego me contaba mi prima Cecilia, ya ella con más de 90 años pero con una asombrosa memoria, que ese día de lo sucedido a mi padre, después de las diez de la noche fueron a nuestra casa dos hombres muy “extraños” preguntando por Niñitico, como algunos lo llamaban. Estos individuos se interesaban en saber si había llegado, como un mensaje de que no llegaría. En ese momento mi madre estaba embarazada de mí, tenía tan solo seis semanas y desconocía su condición. Yo nacería en el mes de julio de 1946.

Chana Díaz

En 1992 me encontraba en Punta Cana con dos de mis pequeñas hijas y caminaba con ellas por el área de la piscina del hotel y una señora mayor se dirige a mí y me dice: “Mira ven acá. ¿Tú eres Onorio?»

Y al responderle afirmativamente, me dijo: «Ven dame un abrazo». Ella estaba casi a punto de llorar. «Tú eres el hijo de Niñitico. Tú no te imaginas quién soy yo. Tú papá iba a mi casa todos los sábados durante muchísimos años. Él y mi esposo eran como hermanos y además compadres y galleros».

Me repuse un poco luego de escucharla y tuve que preguntarle: «¿Y quién es usted?»

«Yo me llamo María Cristina Díaz. Me llaman cariñosamente Chana».

«¡Ahhh!», le dije: «Usted fue la esposa de Juan Tomás Díaz. Sí, ya sé. Mi mamá me hablaba mucho de usted. Me contaba de la relación de infancia que tenían ellos dos y que mi padre le contaba… y, de los sábados que era la única salida sagrada que él hacía y que no podían hacer ningún compromiso ese día».

A partir de ese encuentro cada vez que coincidíamos trataba de hacer un aparte con doña Chana para que me hablara de mi padre. Ella era abuela de Juan Tomás Díaz Infante, esposo de Paola Rainieri.

Don Amado

Don Amado Cordero fue uno de los grandes amigo de mi padre. Estuvo a punto de perder la vida por las estrechas relaciones que tenían, al igual que doña Ilia, la madre de sus hijos Lillian, Alfredo, Dinorah, Margarita y Selenia.

Se dedicó durante mucho tiempo a taxear principalmente en las noches. Tenía un carro Studebaker “cola de pato”

Me contaba que después de inaugurada la “Feria de la Paz y Confraternidad del Mundo Libre” había mucho movimiento en Santo Domingo, principalmente en los hoteles El Embajador y el Paz, además en el Coney Island. Luego en los años siguientes el movimiento nocturno por la situación política que se vivía en el país y decidió en las noches estacionarse en la calle El Conde, que era de dos vías, frente a La Cafetera, a esperar que “las carreras” aparecieran y donde todavía había cierto movimiento de personas.

Don Amado “era un viejo guapo y jodón que no le comía pendejá a nadie”. Así lo definían los que lo conocían.A tal punto era que al iniciarse la revolución de abril nos encontramos en el comando “La Canela”, detrás del Cementerio Municipal. Ahí estaba don Amado con un fusil Mauser casi de su tamaño. Todo el mundo lo respetaba. Decían que era “un viejo ‘incojonao’, guapo como abeja e’piedra”. En ese comando coincidimos Alfredo y Margarita Cordero, Teresa Espaillat, Alfredo Freites, Leo Licairac, Teresa Acta y un gran grupo de jóvenes del Catorce de Junio. El comandante era mi hermano Héctor René Montás y en sus inicios de la contienda ese comando lo dirigió Juan Miguel Román Fernández, quien murió junto a otros miembros del comando en el intento de asalto al Palacio el 19 de mayo de 1965. En ese combate también murieron Rafael Tomás Fernández Domínguez e Illio Capossi.

Don Amado fue designado después de los ataques de las tropas de Estados Unidos del 14 y 15 de junio como jefe o custodio de la Cárcel Constitucionalista en el Malecón, que operaba en la Cueva de las Golondrinas, pues era parte de los encargados de la custodia de los almacenes del muelle de San Diego y el Colis Postal. Los comandos que dependían de la dirección del 1J4 fueron responsabilizados de la custodia de los grandes comercios y bancos de la zona para evitar saqueos y robos.