En tecnología, Japón es duro hasta con socios

En tecnología, Japón es duro hasta con  socios

San Francisco (United States), 11/02/2020.- A media member photographs the new Galaxy Z Flip smartphone with his Apple iPhone 11 Pro during the Galaxy Unpacked 2020 event at the Palace of Fine Arts in San Francisco, California, USA, 11 February 2020. (Estados Unidos) EFE/EPA/JOHN G. MABANGLO

Tres ingredientes cruciales para la cadena de suministro global de teléfonos inteligentes y semiconductores están envueltos en una disputa diplomática entre Japón y Corea del Sur, cuyos orígenes se remontan a antes de que ambas se convirtieran en potencias de la electrónica de consumo.
En julio del año pasado, el Gobierno nipón comenzó a exigir que las empresas japonesas tramitaran permisos para exportar a Corea del Sur poliimida fluorada, fluoruro de hidrógeno y resina fotosensible (usada por los fabricantes de semiconductores para cubrir las obleas de silicio), una tramitología que puede tardar 90 días o más.
Los tres productos químicos son ingredientes esenciales para la fabricación de chips de memoria, televisores y otros tipos de pantallas, pilares a su vez de la economía surcoreana de 1.6 billones de dólares cimentada en las exportaciones. Los tres están presentes en los iPhones de Apple, las computadoras portátiles de Dell y un amplio abanico de dispositivos de Samsung.

Al poco tiempo de implementar esa medida, Japón también excluyó a Corea del Sur de una “lista blanca” que le otorgaba un trato preferencial en las exportaciones de materiales considerados sensibles, porque tienen usos militares tanto como civiles.
Estas decisiones son parte de una tendencia global en la que las regulaciones de comercio e inversión se usan como arma en disputas entre rivales económicos o geopolíticos, el ejemplo más obvio es el de Estados Unidos y China.
“Una vez que los países eligen usar la política comercial como una forma de acrecentar su influencia geopolítica, sientan un precedente que podría ser bastante perjudicial para la confianza en la cadena de suministro”, explica Shaun Roache, economista jefe para Asia-Pacífico en S&P Global Ratings.

El conflicto entre las dos naciones asiáticas se remonta a un tratado de 1965 que buscaba zanjar todos los reclamos coreanos contra corporaciones japonesas a raíz de los años de la ocupación nipona, que duró desde 1910 hasta 1945. En la última década, los tribunales surcoreanos han dictaminado en múltiples casos que las empresas japonesas deben resarcir a los trabajadores coreanos forzados a trabajar durante ese periodo.

Las restricciones que Japón impuso a las exportaciones se produjeron seis meses después de que un tribunal aprobara la confiscación de los activos de una siderúrgica japonesa en Corea del Sur.

La poliimida fluorada, el fluoruro de hidrógeno y la fotorresina representan solo una fracción de las exportaciones por valor de 55 mil millones de dólares anuales de Japón a Corea del Sur, pero son parte integral de la industria de la electrónica de consumo.

La poliimida fluorada es una película plástica que se utiliza como capa subyacente en las pantallas de teléfonos móviles y otros dispositivos. Japón suministra el 90 por ciento del material para este uso, según la firma de investigación de mercado Display Supply Chain Consultants. Un comprador clave es Samsung Display, una división de uno de los principales ‘chaebol’ de Corea del Sur, los grandes conglomerados que dominan la economía.
Un grupo de productores japoneses, junto a un puñado de empresas alemanas, domina la producción mundial de fluoruro de hidrógeno, un gas purificado utilizado para grabar circuitos en las obleas de silicio, y Japón abastece alrededor del 44% de las necesidades de los fabricantes surcoreanos.
Gran productor
Japón provee alrededor del 90% del abasto mundial de resina fotosensible. Si Japón cortara de tajo su exportación a Corea del Sur, afectaría a Samsung Electronics. Con las restricciones sobre estos tres químicos, Tokío está aprovechando una debilidad del modelo de desarrollo que Corea del Sur ha utilizado con gran éxito desde la década de 1960: un enfoque en las exportaciones que la sacó de la pobreza. Las exportaciones anuales de Corea del Sur constituyen al 40 por ciento de su producto interno bruto. Este talón de Aquiles quedó expuesto en 2016.

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