Creo que es necesario hablar con absoluta claridad. Y por lo tanto, antes de hablar de historia quiero hablar del papel del historiador.
¿El historiador como operador social? ¡Vamos seamos serios! El historiador no es un operador social. (…)
¿El historiador debe aceptar su función por lo que esta es: la de construir la memoria de los hombres. ¿Pero qué memoria? Y aquí comienzan las dificultades mayores.
Definir qué memoria significa la historia (el tipo de historia) que se practica.(…)
De modo que el gran debate por una historia nueva a través de métodos nuevos me parece igualmente estéril. Lo nuevo de una historiografía consiste en ampliar –cualquiera que sea el método adoptado- el campo de la memoria humana… Ruggiero Romano, La Historia, hoy.[1]
Escribir la historia es un reto inmenso. Recuperar la memoria histórica dispersa en monumentos, papeles, trazos diversos es una tarea titánica. En el pasado, en la historia que escribían los historiadores de la corte, solo se recuperaba la vida de los reyes, emperadores, generales, embajadores, presidente. Los que dirigían el mundo. La historia de los vencedores.
Hoy, la historia ha cambiado su mirada. Y ha llegado hasta el pueblo, a todos los hechos, a todos los seres humanos, los que disfrutan del poder y los que están fuera de él. Ya no es la historia escrita por y para los vencedores. Los vencidos forman parte también de las preocupaciones y de las reconstrucciones.
Los historiadores estamos inmersos en la necesidad de cambiar la forma, el método, la mirada y hasta la escritura. Escribir es una tarea dura. No es solo concatenar palabras que pueden convertirse en oraciones y párrafos. Esas palabras deben ser el reflejo de una reflexión profunda acerca de determinadas circunstancias.
Al respecto, el maestro, mi maestro, Ruggiero Romano señalaba hace unos años que al escribir siempre aparecen las vacilaciones, las dudas, hasta tal punto si podríamos con las palabras poder reflejar las realidades concretas. Se preguntaba: “¿Es posible estudiar el comercio de la pimienta en el siglo XV y XVI en una ciudad dada sin considerar que entre los dos siglos han ocurrido cambios que han conmocionado no solamente el comercio de la pimienta sino todas las corrientes comerciales?”[2] Lo que significa esta pregunta es que aunque tengamos un tema sencillo y concreto, siempre habrá que contextualizar la realidad, y trascender el simple hecho del dato.
En un trabajo interesantísimo Andrés Bello[3] señalaba que la historia no debe adulterar la naturaleza humana, sino que debe comprobarla, garantizarla y ser fiel. Para estudiar un pueblo, decía era necesario estudiarlo, examinarlo, escudriñarlo en todas sus dimensiones, desde el clima hasta sus leyes, su religión, su producción artística, sus letras, sus guerras, en fin, todo. Se preguntaba: “¿Y cómo pudiera hacerlo si la historia no desplegase ante ella todos los hechos de ese pueblo, todas las formas que sucesivamente ha tomado en cada una de las funciones de la vida intelectual y moral?”[4]
Así pues, en definitiva, escribir historia es un reto. No es hacer poesía ni novela, que se escriben desde la inspiración que llega desde el corazón. La historia no puede ser inventada, ni puede expresar en su escritura el sentimiento del historiador, de hacerlo cuando describe un hecho histórico construye ideología y no un retrato fiel del hecho, ni una reconstrucción de la memoria.
Lo importante, como decía Pierre Vilar, es que hoy, los historiadores que decidimos seguir escribiendo, tenemos la necesidad de superar una historia puramente factual (événementielle), para dar una mayor importancia a la historia de los mecanismos sociales y económicos. Sin llegar al extremo del culto al documento, al dato, como lo hicieron los historiadores tradicionales, la historia para ser verídica tiene que auxiliarse de las fuentes documentales. Vilar también insistía en la necesidad de que historiador debía comprender aquello que los «actores» de un determinado tiempo histórico no pudieron, no alcanzaron a comprender.
El conocimiento histórico se construye gracias al historiador, sin nosotros, la historia se convertiría en hechos vagos, y sin sentido. Somos nosotros, los historiadores, los que conocemos, interpretamos, divulgamos y nos acercamos al pasado para intentar entenderlo.
Escribir historia, como decía en el módulo que me tocó impartir en el Curso de Investigación Histórica de la Academia Dominicana de Historia, es un arte, es un don, pero es ante todo un oficio y una pasión. Oficio porque no se puede esperar que llegue la inspiración para escribir. El historiador es alguien que no le teme al tiempo de la larga soledad a que lo somete la escritura. Que no se amedrenta con el cúmulo de información que debe organizar. Y es una pasión, porque, por lo menos para mí, escribir historia me permite aprender, conocer, pero sobre todo de disfrutar el placer maravilloso de rendirme ante el poder de reconstruir un hecho histórico.
Finalizo este artículo con dos reflexiones:
No hay peor guía en la historia que aquella filosofía sistemática que no ve las cosas como son, sino como concuerdan con su sistema…Jacobo Rousseau
Me permito considerar el conocimiento histórico como de otra naturaleza: consiste en captar y esforzarse en hacer captar los fenómenos sociales en la dinámica de sus secuencias. Pierre Vilar
[1] Ruggiero Romano, La Historia hoy, ANCE. 1986.c.8
[2] Ibidem.
[3] Andrés Bello, Modo de escribir la historia, Biblioteca virtual, 2003
[4] Ibidem.