Se iniciaban los años 80 cuando asumí el compromiso de conocer mejor nuestro pasado. Quería profundizar en el conocimiento de la historia dominicana. Contaba con la explicación general. Estaba convencida de que ese grupo de ideas pre-concebidas aprendidas casi de memoria, eran suficientes. Tenía el marco teórico, llave maestra que me permitiría entender los hechos históricos. Necesitaba los datos que justificarían las conclusiones que sabía de antemano y defendía con vehemencia. Palabras mágicas, simples, frases cortas y contundentes constituían las claves de mi discurso explícalo todo: enclave azucarero, relaciones de producción, modo de producción mercantil simple (ahora me pregunto qué significa), imperialismo -por supuesto-, luchas sociales, capitalismo, ideales patrios, liberalismo, conservadurismo, patriotismo, patriotas, patria, nación…Vivía feliz bajo la fascinación irracional e irreverente de esa serie de teorías contradictorias -ahora lo sé- que tenían la virtud de ajustarse a cualquier realidad, pues explicaban todo y nada al mismo tiempo: simbiosis extraña que auspiciaba y negaba la esencia misma de la ciencia. MAS, Ruggiero Romano: El principio de la duda. [i]
El texto que inicia este Encuentro lo escribí para un homenaje que sus discípulos del mundo le hicimos a nuestro Maestro Ruggiero Romano en Ciudad de México en 1998. Lo había visto antes en un viaje a París. Me invitó a almorzar y nos pusimos al día. Fue una gran experiencia volver a verlo después de más de una década. Volver a verlo en este homenaje, en el que su rostro adusto y serio se transformó llenándose de sonrisas y emociones. Murió unos años después. Nos confortó saber que sus hijos historiadores todavía le agradecemos sus enseñanzas.
Durante los años 70, ¡hace 40 años ya!, la juventud inquieta y consciente de entonces vivía embrujada con el sueño de las utopías transformadoras. América Latina se pobló de manuales y teorías que invadieron los anaqueles de las librerías y las pequeñas bibliotecas que algunos comenzábamos a construir.
La teoría de la dependencia llegó y explotó en las mentes y los corazones de la juventud intelectual de izquierda. Los intelectuales brasileños nos conquistaron. Los libros de Enzo Faletto, Fernando Cardos, Theotonio dos Santos, Celso Furtado, Marta Harnecker y André Gurden Frank eran comprados, leídos, subrayados y aprendidos de memoria.
Esta teoría surgió en los años sesenta gracias a los intelectuales que trabajaban en la CEPAL (Comisión Económica para América Latina y el Caribe), uno de los órganos dependientes de las Naciones Unidas. Quizás el cerebro más representativo fue Raúl Prebich, quien sostenía que para crear condiciones de desarrollo dentro de un país era necesario:
1. Controlar la tasa de cambio monetario, para lo cual proponía mayor énfasis en políticas fiscales que en las monetarias;
2. Promover un papel gubernamental más eficiente en términos de desarrollo nacional;
3. Favorecer al capital nacional ofreciendo facilidades;
4. Pero también incentivar la inversión externa que ayudara en las prioridades establecidas en los planes nacionales de desarrollo;
5. Promover una demanda interna más efectiva en término de mercados internos como base para consolidar el esfuerzo de industrialización en Latinoamérica en particular y en naciones en desarrollo en general;
6. Promover el mercado interno para aumentar la demanda interna, a través del incremento de los sueldos y salarios de los trabajadores;
7. Desarrollar estrategias nacionales coherentes con el modelo substitución de importaciones, a fin de proteger a la producción nacional al imponer cuotas y tarifas a los mercados externos.
Estas ideas cepalinas de Prebisch fueron, sin duda, las bases para la Teoría de la Dependencia, que se sustentó en los siguientes principios:
1. El subdesarrollo de América Latina es el producto del proceso de industrialización de los países imperiales e industrializados.
2. Desarrollo y subdesarrollo deben ser vistos como dos caras de la misma moneda, de la misma realidad.
3. El subdesarrollo no es una etapa de un proceso del desarrollo, sino una condición en sí misma.
4. La dependencia política y económica no se limita al plano estrictamente relacional entre las naciones, sino a una visión estructural del mundo, pero además crea sus propias estructuras en las llamadas sociedades subdesarrolladas.
André Gunder Frank fue de los primeros que escribió sobre el tema. Su famosa frase continuidad en el tiempo, que aprendí de memoria y repetía y repetía hasta el infinitum. A su juicio, la relación de dependencia nació con el descubrimiento de América, que introdujo al nuevo continente a una relación desigual, en la cual el centro era Europa y sus imperios y las colonias eran las zonas periféricas que suministraban los elementos necesarios para el desarrollo de las potencias a cambio de la pobreza de los satélites.
En 1979, Immanuel Wallerstein defendió que el capitalismo era un sistema que se había iniciado en la Edad Media y que luego dio lugar al nacimiento a un sistema mundial y a una economía mundial. En su pensamiento distingue dos categorías, como lo había dicho Gunder Frank, el centro y la periferia, en una relación desigual donde el capitalismo era el regente de todo y todos.
Los teóricos de la dependencia consideraban que las naciones periféricas experimentaban mayor desarrollo económico cuando sus enlaces con el centro eran más débiles. Otros planteaban que cuando los países del centro se recuperaban de sus crisis y restablecían sus vínculos comerciales y financieros, se incorporaban de nuevo al sistema a los países periféricos, pero, y ahí estaba la clave, el crecimiento y la industrialización de estos país se subordinaba.
La Teoría de la Dependencia, sin lugar a dudas, fue un instrumento teórico que le ofreció a la intelectualidad de izquierda un andamiaje, unas muletas para enarbolar sus discursos. Así, sin reflexión, sin análisis, sin críticas, asumieron las ideas y la aplicaron a sus acciones políticas. No importaba si en República Dominicana había diferencias con Argentina, por ejemplo, no, no importaba. Solo se sabía que todo era producto del desarrollo del capitalismo y su política imperial. Los enemigos tenían nombres: los países capitalistas. Y eso ocurre siempre con los dogmas: destruye la capacidad de análisis y anula la búsqueda y la capacidad de incursión por nuevos caminos.
Recuerdo los debates intelectuales de la época. La teoría de la dependencia se vistió aquí con la teoría del enclave azucarero y con la pregunta clave de cuándo había nacido el capitalismo dominicano. Pero eran explicaciones generales y paradigmáticas, porque el dogma teórico se hizo dueño de nuestra capacidad de razonar.
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