Pero Moisés le contestó: -Señor, yo soy muy torpe para hablar, así que, ¿cómo va a hacerme caso el faraón? Entonces el Señor le dijo a Moisés: -Mira, voy a permitir que actúes en mi lugar ante el faraón, y que tu hermano Aarón hable por ti. Éxodo 6:30-7:1.
Los momentos difíciles son aquellos que nos permiten crecer y madurar, y a la vez conocer cuáles son nuestras debilidades. La mayoría de estas ni nosotros mismos la conocemos, porque nacimos con ellas o las adquirimos en el transcurso de la vida y, sin darnos cuenta, son parte nuestra.
Las debilidades son las que nos hacen fracasar y no nos dejan asumir la responsabilidad ante las fallas o errores que cometemos. El hombre de Dios debe preocuparse de conocerse mejor y saber cuáles son esas debilidades. El que no se conoce a sí mismo no sabe para lo que da o no da, lo que quiere o no quiere. Por eso se hace prisionero de las debilidades, porque en las crisis no sabe manejarse y lo que pudo alcanzar lo pierde, ya que nunca trabajó las áreas que debía fortalecer.
Dios le dijo a Moisés que fuera donde Faraón y se le presentase. La batalla que tuvo Moisés fue muy fuerte. Él sabía que era Dios quien se lo pedía y ese momento lo enfrentó a su debilidad, reconociendo su limitación. Dicha limitación hizo que Moisés no le hablara a Faraón, sino Aarón. Dios sabía sobre la condición de Moisés y no se la quitó, porque Él quiere que superemos cada una y no nos excusemos al momento de hacer Su obra.