Entramos a una nueva era

Entramos a una nueva era

Manauri Jorge

La historia de la humanidad está marcada por cambios. Pasamos de caminar en cuatro patas a ser bípedos, de estar en los árboles a caminar por el suelo, de ser nómadas a forma civilizaciones, de la esclavitud al liberalismo, del feudalismo a la industria, de las guerras con pólvora a las batallas con bits y data. La evolución ha sido parte esencial de la adaptación humana, casi siempre forzada por alguna situación que amenaza a la especie.

Las guerras y fuertes fenómenos atmosféricos han sido la tangente entre una era y otra. Las plagas, invasiones, enfrentamientos, sequía, frío o calor extremo, hambruna y enfermedades han delimitado el cambio de actitud y aptitud en el homo sapiens. Hoy, en la segunda década del siglo XXI, estamos viendo un nuevo cambio en la humanidad, esta vez no dado por tanques gigantes, naves inmensas o mega barcos, sino por un virus diminuto y silente, un mutable.

El coronavirus COVID-19 se conoció en diciembre pasado y tres meses después ya era pandemia. Su estructura evolucionó casi perfecta porque tarda entre 7 y 10 días en mostrarse en el infectado y su letalidad ronda el 5 %, lo que permite que se propague muy rápido porque los enfermos no lo saben hasta una semana después cuando tienen tiempo de viajar de un país a otro y ser multiplicadores silentes. Este nuevo virus está tan bien diseñado que se adapta rápidamente al ambiente y muta, en semanas, quizás días. NO se conocía de ninguno con estas características, es realmente único.

Millones de personas ya se han contagiado y pareciera como si la mitad de la población mundial estaría destinada a lo mismo si no aparece la vacuna pronto. Y es aquí donde entra el mayor problema porque cualquier cura que se piense hoy podría no servir mañana si el virus sigue mutando, por eso es tan difícil predecir un descenso real. Solo hay dos formas de detenerlo: cuarentena obligatoria en casa por tres semanas o inmunidad de rebaño donde todos nos contagiemos y sobrevivirán los de sistema inmunológico más fuerte. Lo cierto es que por ahora hay que vivir con guantes, mascarillas y a dos metros de distancia. Ahora el que te quiere, se aleja.

Sin embargo, podríamos ir adaptándonos a vivir con el virus tomando medidas que garanticen el distanciamiento físico. Ya vemos restaurantes en Europa donde las mesas tienen separadores de cristal a la altura de la cara, los taxis tienen ventanas entre el conductor y los pasajeros, en las escuelas los niños van con guantes, mascarillas y butacas separadas. Las oficinas han diseñado cubículos con muros, los bancos y supermercados marcan el distanciamiento y restricción de entrada por cantidad de personas y horario. Todo está cambiando, es una nueva forma de vida.

¿Qué nos toca? Como especie dominante en la naturaleza usamos la inteligencia para crear herramientas y espacios seguros. Al Estado y empresas les compete brindar servicios con la mayor seguridad sanitaria posible y a nosotros cuidarnos, exponernos lo menos posible. Apenas llevamos dos meses en confinamiento y ya se comienzan a ver los cambios: hemos encontrado nuevas formas de ejercitar, de estudiar, de hacer amigos y, sobre todo, de producir ingresos. Ahora más que nunca la tecnología está abriendo posibilidades de subsistencia a quienes dependían de un empleo o la calle.

Esta nueva forma de vida nos obliga a ser más productivos desde el aislamiento físico, a priorizar la comida en casa y ser más solidarios con los demás. Esta pandemia está demostrando el lado más humano de la especie, la importancia de ser amables, humildes y consciente. Desde el hogar estamos obligados a generar economía doméstica que nos permita llevar comida a la mesa y sacar un poco para quienes no tienen. Esta vida digital está marcada por la creatividad, la calidad del servicio y las experiencias que puedas generar desde una pantalla sin que se sienta como tal. Hay que aprender a tocar sin el tacto.

Nada que no genere emociones perdurará en el tiempo, estamos buscando sentirnos más vivos y felices, disfrutar de cada segundo porque el diminuto coronavirus nos demuestra lo frágil que puede ser la existencia, estamos mirando la vida desde otro ángulo sin tanta opulencia ni banalidades, tuvimos que esperar una pandemia para darnos cuenta de lo que realmente importa y qué bueno porque quizás, si hubiese sido por las buenas, poco cambiaría.

Esta nueva forma de vida conlleva reinventarnos, crear mecanismos de defensa biológica y emocional, empoderarnos de nosotros mismos y dominar nuestros demonios porque estamos pasando, por primera vez en muchos años, tiempo sobrante con nosotros mismos. Llegó el momento de aprender a vivir contigo, de cuidarte y enfocar tus energías en lo que realmente te puede hacer feliz porque un minuto mal invertido es una hora de retraso a la plenitud.

Estás aquí, sigues vivo. Si puedes leer esto es porque todavía tienes la oportunidad de adaptarte a lo que ya comenzó y ser parte de la nueva era. Un mundo menos contaminado nos espera, un planeta con menos discriminación, fronteras más pequeñas y seres más humanos. De una vez y por todas, es tiempo de aprender a vivir en paz contigo, conmigo, con todo y todos.