Demanda profesores UASD y alza sueldos regidores SDE no proceden
La República Dominicana vive hoy uno de los períodos más complejos y definitorios de su historia. Nuestra sociedad ha sufrido durante el último siglo (1920-2020) un proceso de transformación en muchos aspectos, con repercusiones en la vida económica, cultural y política de origen tanto foráneo como interno, que han hecho crisis como consecuencia de la pandemia a nivel global y nacional.
Entre los factores que más han incidido en el devenir dominicano están la gravitación del poder norteamericano, que ha supuesto la influencia de esta gran potencia en los órdenes político-militar y socioeconómico que han impuesto cambios importantes en nuestra vida pública en al menos en 10 ocasiones. Otro factor es el demográfico: hace 100 años la población dominicana era doce veces menor que ahora, y la población urbana apenas el 10% del total, en el 2020 es del 80%.
En ese período, a pesar de sus debilidades, la educación ha hecho progresos sustanciales, de un 20% de alfabetizados a un 75% mal contados.
De igual manera, el país estaba virtualmente aislado, salvo algunos contactos con en el Caribe y con Haití a través de una frontera en gran parte desolada, pero, hoy hay una diáspora de dominicanos por todo el mundo, de donde han tomado experiencia y hábitos, mientras en el país han desarrollado una producción agropecuaria e industrial, así como un comercio activo, en tanto los haitianos entran y salen a través de una frontera porosa y mal custodiada.
Ante la crisis sanitaria y económica que ha generado la pandemia que se puede prolongar después del año 2022, se suma una transición desde un Gobierno desacreditado por corrupto, pero que aprovechó la coyuntura económica y la capacidad de endeudamiento del país para emprender actividades que generaron empleos diversos, sobre todo en los campos de la construcción y la agropecuaria, al tiempo que enriquecieron a sus funcionarios y socios.
El Gobierno de Luis Abinader, si bien personaliza su labor, ha desarrollado una dinámica de trabajo extraordinaria, dirigida a llenar las expectativas de la población en cuanto a honestidad, respeto a las leyes y numerosas iniciativas de desarrollo empresarial y social que a veces luce de excesivo optimismo, por ignorar las limitaciones, y riesgos que produce la pandemia a nivel mundial.
Esa política anticíclica del Gobierno de Abinader, correcto en lo económico, ha creado en muchos dominicanos una ilusión de prosperidad que los lleva a plantearse exigencias y ventajas que son incompatibles con la situación real del país y sus perspectivas.
De ahí que la demanda de los profesores de la UASD tales como el aumento del 40% más otras reivindicaciones y el aumento que se hicieron los regidores de SDE de emolumentos por RD$267,000, por apenas una sesión mensual son totalmente improcedentes.
Aquí lo que procede es que la administración pública se despoje de ventajas y emolumentos excesivos, comenzando por someter al Tribunal Constitucional la prohibición de que los legisladores tengan planes sociales que corresponden a la rama ejecutiva, como el “Barrilito” y el“ Cofrecito”, fuera de sus gastos de representación; que se establezca por ley salarios tope para los regidores de acuerdo a la población, la disminución de gastos superfluos de los funcionarios y otras medidas semejantes. Así cuando lleguen las vacas flacas, porque vendrán, no habría que lamentar los excesos que deben ser controlados.