La refundación de la república había ocurrido nueve meses antes de la conmemoración. Mágica la coincidencia, el inicio de una nueva era presidida por un mandatario nacido después del 30 de mayo de 1961. Al Cambio le correspondía celebrar el 60 aniversario del magnicidio.
El acontecimiento obligaba espectacularidad. La expectativa fue enorme, comenzó con un destello iniciático, un decreto que provocó alabanzas a la usanza del culto a la personalidad impuesto durante tres décadas. Además, el rumor anunciaba la presencia del presidente de la república en el “Monumento a los Héroes del 30 de mayo”, como uno de los hitos acostumbrados durante este primer cuatrienio. La hazaña no ocurrió, pero permitió una masiva presencia en el lugar. El día antes, el jefe de estado estuvo en el Centro de los Héroes presidiendo la inauguración de la excelente exposición “1961: el año de la libertad”. La asistencia al acto en la autopista 30 de mayo, tenía otras implicaciones y otros protagonismos.
Puede leer: Uso vil del ADN
El decreto mencionado -335-21- declarando el 30 de mayo “Día de la Libertad” motivó que los clarines retumbaran con la misma fuerza que el error. Fue enaltecido como reconocimiento inédito a la memoria de tantos valientes. Antes de concluir su lectura, los áulicos aplaudían el acierto presidencial. Lamentable las lisonjas provenientes de personas víctimas del embate tiránico, rehenes de aquella época de adulación y oprobio, obligados a ensalzar al benefactor de la patria, al perínclito, a proclamar Dios y Trujillo, a colocar en la puerta de la casa la placa con la infame inscripción: “En esta casa Trujillo es el jefe”.
Quizás fue la prisa, la encomienda o la presunción de ignorancia de la mayoría que permitió la redacción del desacierto. El equívoco, sin embargo, importó poco. Ganó el empeño por la primacía en el halago, por conseguir el favor del mandamás a expensas de una omisión histórica y jurídica. La adulonería se impuso. Proporcional al ditirambo el eco, la cantilena de los elogios como en el mejor momento de la tiranía. El decreto volvió a la palestra, el jueves pasado, a propósito del aniversario del magnicidio. La fecha propició la repetición de la equivocación, el desconocimiento de los antecedentes. Para rectificar el dislate bastaría una modificación citando leyes y decretos existentes. Incomprensible el motivo de la omisión. Durante el Consejo de Estado fue promulgada la ley 5925 que consagra el 30 de mayo “Día de la Libertad”, no laborable. La condición de “no laborable” fue descartada hasta que la ley 108-1967 la reestableció. En el año 2011 fue presentado en la Cámara de Diputados un proyecto declarando “Día de la Libertad” el 30 de mayo. La propuesta obligó una investigación a cargo de la Comisión de Cultura. La Comisión, dirigida por Manuel Jiménez, acogió el informe desfavorable de la Oficina Técnica Legislativa “para evitar duplicidad de leyes porque el día de la Libertad está establecido y su categoría de no laborable también”. Aunque la actual administración goza de enorme popularidad y disfruta de todos los poderes, no es atrevimiento solicitar la enmienda de la imprecisión