El ingeniero Juan Ulises García Bonnelly medía la corriente de los ríos, año tras año, para determinar el caudal en tiempo de seca y el caudal que se hinchaba para mayo, con las grandes lluvias. En ese tiempo había regularidad en la temporada de lluvias, antes de que las corrientes de El Niño y La Niña cruzaran la cordillera de Los Andes y desorganizaran su frecuencia.
Esas anotaciones permitían conocer mucho más que el caudal de los ríos y aguadas, facilitaban planificar la construcción de todo tipo de obras, tomando en cuenta la facilidad que ofrece conocer el tiempo de lluvias.
No hay ninguna duda, es cierto que Ministros, Directores Generales, Jefes de Divisiones, Encargados de seguir y vigilar la ejecución de obras públicas, son culpables de actos de corrupción que sólo la más aberrante impunidad permite, cohonesta y aplaude.
Inspectores que deben supervisar la calidad de los materiales empleados en las casas unifamiliares o multifamiliares, en las edificaciones destinadas a edificios públicos, a hospitales, a escuelas, en las aceras y contenes, en el afirmado de las calles, avenidas y carreteras picotean a contratistas e ingenieros quienes, por ganar unos pesos más, concluyen los trabajos con deficiencias graves.
En la década de 1950 un conocido constructor colocaba las varillas el día que el inspector de obras lo visitaba, pasada la verificación las sacaba para bajar los costos y, por supuesto, la calidad y la seguridad de la obra, sin que nadie denunciara tan peligrosa práctica. Esas acciones eran conocidas, pero… decían que el hombre era enllave de Trujillo.
Ya pasaron los amplios titulares correspondientes a las extraordinarias lluvias que anegaron más de medio país, que destruyeron calles y avenidas, que afectaron y derrumbaron puentes, que dañaron cientos de miles de tareas de tierras en producción, que afectaron los cimientos y paredes de escuelas y hospitales, que destruyeron y afectaron nadie sabe cuántas viviendas construidas en lugares precarios.
Es el momento de que ejerzamos el dudoso derecho a la irresponsabilidad, gobierno y pueblo, y permitir nuevamente la construcción de viviendas en la barranca de ríos que corren y de ríos que fueron. No lo permitamos. Impidamos que la miseria ponga en peligro, también de esa manera, miles de vidas.
Exijamos que las reconstrucciones de las obras públicas dañadas se ejecuten siguiendo los estrictos protocolos que regulan la calidad de los suelos, la composición de los agregados, el grosor de las capas.
La consistencia de los bloques, la solidez y grosor de las varillas.
Tan importante como las noticias de Odebretcht, de lo del hijo de Percival y ahora lo de Valle Nuevo, es asegurar que la inversión pública sea eficientizada y preservar la vida de los dominicanos.