El mundo sufre cambios. Es evidente que ha llegado un tiempo nuevo, donde únicamente aquellos que sean entendidos recibirán la enseñanza que Dios imparte, a toda la humanidad.
Todas las profecías registradas en las Escrituras, están llegando a cumplimiento. No hay necesidad de enumerarlas, están delante nuestro.
Si bien es cierto que, incluidas en ellas está la proliferación de todo lo que contraviene la instrucción del Dios Eterno, del Creador, del que está sentado sobre el círculo de la tierra, del que despliega los cielos como un velo y los extiende como una carpa para habitar, no es menos cierto que, la aprobación de leyes que ratifiquen este mover, provocaría un mayor nivel de iniquidad, el cual activaría grandes males para nuestro pueblo.
Como nación, podemos escapar de esta inclusión.
Desde tiempos antiguos, vemos un referente inequívoco, de gobernantes y legisladores, en las diversas naciones de la tierra, que fueron un muro de contención, para que el mal no avanzara, retrasando, de esta forma, catástrofes y destrucciones.
¿Es en verdad necesario aprobar leyes que incentivan la promiscuidad y la muerte?
¿Redundaría para bien enfrentar abiertamente al Todopoderoso?
Debemos meditar, sin apresuramientos. No olvidemos que, la hierba se seca y se marchita la flor, pero la Palabra de nuestro Dios se levantará para siempre. Isaías 40:8